Los primeros capítulos son intrigantes, puesto que narra el proceso de infiltración y los primeros contactos con los Ultrassur y demás iluminados neonazis. Pero llegada la parte del desarrollo de la historia el autor se centra demasiado en el movimiento nacionalsocialista en sí mismo, aportando datos y entrevistas con excedente de material, y ciertamente irrelevantes, que acaban por ralentizar la lectura. La última parte, cuando vuelve a las peripecias de la infiltración, se torna de nuevo interesante. Luego se acaba.Lo mejor del libro es que sirve para conocer desde dentro el movimiento neonazi que, aunque minoritario, cuenta con muchos adeptos y apoyos dentro de la política, el fútbol y hasta las asociaciones culturales sin ánimo de lucro y las fundaciones. Ciertos sectores poderosos de la ultraderecha utilizan a los rapados como soldados de infantería, pero, el problema principal es, y seguirá siendo, que los rapados también utilizan el poder que éstos le dan para campar a sus anchas y sembrar el pánico con su violencia exacerbada y sus supuesta lucha para cambiar el mundo (a peor), fruto de un odio que los mueve como ovejas, pero que, por desgracia, también los hace embestir como toros.
Los primeros capítulos son intrigantes, puesto que narra el proceso de infiltración y los primeros contactos con los Ultrassur y demás iluminados neonazis. Pero llegada la parte del desarrollo de la historia el autor se centra demasiado en el movimiento nacionalsocialista en sí mismo, aportando datos y entrevistas con excedente de material, y ciertamente irrelevantes, que acaban por ralentizar la lectura. La última parte, cuando vuelve a las peripecias de la infiltración, se torna de nuevo interesante. Luego se acaba.Lo mejor del libro es que sirve para conocer desde dentro el movimiento neonazi que, aunque minoritario, cuenta con muchos adeptos y apoyos dentro de la política, el fútbol y hasta las asociaciones culturales sin ánimo de lucro y las fundaciones. Ciertos sectores poderosos de la ultraderecha utilizan a los rapados como soldados de infantería, pero, el problema principal es, y seguirá siendo, que los rapados también utilizan el poder que éstos le dan para campar a sus anchas y sembrar el pánico con su violencia exacerbada y sus supuesta lucha para cambiar el mundo (a peor), fruto de un odio que los mueve como ovejas, pero que, por desgracia, también los hace embestir como toros.