Autor: Antonio Salas
Idioma: Castellano
Encuadernación: Rústica. Tapa dura
Páginas: 350
Año: 2004
Sinopsis:
Diario de un skin es la confesión auténtica de quien ha logrado, por primera vez, infiltrarse sin levantar sospechas en un grupo tan peligroso que no perdona los errores.
Armado de una cámara oculta y parapetado tras una falsa identidad, construyó un personaje lo suficientemente convincente como para ganarse la confianza de sus «iguales» y vivir desde dentro la terrible realidad de los cabezas rapadas.
El orgullo y los sentimientos de odio de los ultra, los actos violentos en los que participan, su implicación en las peñas futbolísticas y sus alianzas con grupos internacionales afines a través de internet son, entre otros muchos aspectos, los que se desarrollan en estas páginas sin precedentes.
Opinión:
¿Qué sabéis vosotros de los skinheads? Mi concepción simplista de este grupo ha cambiado mucho tras mi lectura. Antes creía que eran veinteañeros con la cabeza rapada y estética punk que se dedicaban a hacer gamberradas por las calles: grafitis, quemar contenedores e increpar a la gente. Eran radicales (signifique lo que signifique eso) y nacionalistas, que no trabajaban y que no tenían nada mejor que hacer que incordiar. Esta obra me ha abierto los ojos a una realidad mucho más compleja de lo que yo creía.
Antonio Salas es el pseudónimo de un periodista español que en 2002 se infiltró entre este colectivo y grabó sus vivencias con una cámara oculta. Estuvo un año entre ellos, aunque hubiera alargado su investigación si alguien no hubiera chivado que era un topo. En esta obra recopila toda la información que obtuvo de los skinheads (ideología, estética, grupúsculos, delitos, aficiones) y nos explica tanto el proceso de infiltración como las entrevistas que tuvo con los principales cabecillas del movimiento, hasta las brutales palizas que presenció.
No sé cómo os imagináis que uno se puede infiltrar en un grupo así, pero yo esperaba algo más sencillo. No solo debes realizar una ardua tarea de investigación, sino que tienes que trasformarte por completo en alguien a quien odiarías. No basta con conocer sus códigos y consignas, sino que tienes que creértelas. No basta con memorizarte el Mein Kampf; sino adoptarlo como doctrina propia. Además, no se puede entrar por la puerta grande, sino empezar relacionándote con pequeños grupos en las redes y crearte un nombre.
«El miedo es la tarjeta de crédito, sin límite, de la que disfrutan los skinheads»
La obra trata de dar a conocer a los skinheads de la forma más objetiva posible; el autor evita el insulto directo y prefiere que sean los propios miembros del movimiento quienes se delaten y que sea los lectores quienes los juzguen. Por supuesto, critica los actos violentos y la discriminación en la que se fundamente su ideología, pero también menciona que cualquier extremo es malo, y eso incluye a la extrema izquierda. El autor pretende que comprendamos la convicción férrea que les empuja a actuar como lo hacen, así como las el argumentario que hay detrás de sus ideas fascistas, por lo que entrevista tanto a cabecillas, como a aquellos que los financian, como a los ideólogos.
«Obviamente, los skinheads ultras disfrutan de la violencia y con la adrenalina que supone una «cacería». Gozan al golpear, patalear o apuñalar a un individuo indefenso, respaldados por la fuerza del grupo. Pero como todo delincuente, necesita un móvil, una causa. El color de la piel, la religión, la opción política o sexual son una excusa excelente. Pero esa justificación está nutrida, alimentada y argumentada por los ideólogos del nacionalsocialismo, quieran ellos o no.»
Porque sí, los skinheads tienen multitud de revistas y páginas webs donde encuentran una justificación a su odio. No son gente que arda de rabia contra el mundo, como yo creía, sino hacia colectivos muy concretos: la izquierda, los negros, los extranjeros, la comunidad LGTBI... Al igual que los nazis (el libro demuestra que la mayoría de skinheads son neonazis) creen en la existencia de una raza blanca superior, son antiabortistas, defienden la familia tradicional, odian a los homosexuales, son racistas, están en contra del mestizaje, son negacionistas del holocausto, ensalzan a Hitler... Y todas esas ideas se sustentan en ensayos propagandísticos escritos por los ideólogos y principales defensores del movimiento.
«Confieso que cada vez que repaso las grabaciones de estas conversaciones siento la misma fascinación. Los gestos, el tono, la emoción que transmiten estos skinheads al hablar de sus sueños y aspiraciones resultan estremecedores. Sin ninguna duda, se trata de la misma convicción, devoción y fe que experimentaban los primeros seguidores de Adolf Hider, tras llegar al poder de Alemania en 1933. Y, como ellos, en manos de un líder carismático, estarían dispuestos a todo por sus convicciones fascistas. Por su fe»
Aunque como en todos los grupos hay disputas internas y choques entre bandas, pese a que no hay una organización piramidal, los skinheads tienen unos mismos referentes, sin importar el país del que procedan, y eso les une a todos. Es curioso cómo rechazan a los extranjeros que inundan lo que consideran sus calles, al mismo tiempo que se establecen vínculos con aquellos que permanecen dentro de las fronteras de su país.
«En Perú existen colectivos neonazis como el Movimiento de Acción Nacionalista Peruano (MANPE), que manifiestan su repulsa por los inmigrantes, por ejemplo bolivianos, que «infectan su nación». Sin embargo, cuando son los peruanos los que emigran a países como Chile, son nazis, como mis camaradas de Odal Sieg, los que agreden a aquellos invasores. Pero si son chilenos o cualquier otro tipo de «sudacas» los que vienen a España, éramos los skinheads españoles quienes propinábamos brutales palizas a esos inmigrantes. Aunque si fuésemos españoles los que emigrásemos a EE.UU., por ejemplo, podríamos convertimos en el blanco de los racistas del KKK, veteranos en agredir o asesinar a todo tipo de hispanos... Absurdo, ¿no?»
A diferencia de lo que creía, la gente que forma parte de este colectivo no son todos jóvenes, ni de clase baja (algunos forman parte de familias de carácter nacionalista muy adineradas) y mucho menos incultos (muchos de ellos han cursado carreras universitarias). ¡Y pensar que hay abogados y policías que forman parte del sistema pese a sus ideas radicales! Para mi sorpresa, también hay skingirls, con una estética distinta, pero con la misma ideología. Por lo que nos cuenta el autor, no son tan violentas, pero sí igual de radicales. Es curioso ver cómo el feminismo y la liberación de la mujer se integran con un pensamiento tan retrógrado y conservador.
Por supuesto, no puedes convivir con un grupo de personas, escuchar su música y fingir compartir su ideología sin comprenderlos. En algunos de los párrafos más personales (que, por desgracia, son muy escasos) el autor habla de la lástima que siente por esta gente a la que los partidos de derecha utilizan como herramientas, lo difícil que es escapar de este mundo por el miedo a que tu grupo se vuelva en tu contra (me hubiera gustado que profundizara en cómo abandonar el colectivo y rehacer tu vida) y cómo en algunos momentos de unión patriótica llegó a compartir su odio. Es por eso que confiesa que lamenta haber engañado a personas que se sinceraron con él y que creían que su amistad era verdadera.
«Incluso siendo consciente de que tan sólo era un periodista infiltrado que realizaba una investigación. Pero aun así, la amistad de mis camaradas era sincera. Sabía que, mientras estuviese con ellos, estaría a salvo. Nadie osaría provocarme. No estaría solo. Incluso, y aunque pueda parecer aberrante, en algún momento me sentía tan profundamente atrapado por Tiger88 que resultaba difícil definir la frontera entre el personaje y la persona que lo interpretaba. Y llegué a intuir, aunque fuese en la distancia, las sensaciones que puede percibir cualquier skinhead convencido de que la revolución nacionalsocialista es una causa trascendente real. Casi llegué a creer, como ellos creen, que éramos una suerte de nuevos templarios, cruzados de una lucha mística, guerreros del asfalto, soldados políticos en una guerra entre la luz del Führer y las tinieblas del sistema democrático y sionista. Desde esa perspectiva, los skinheads no éramos sólo una tribu urbana más. Nuestra estética no es una cuestión de moda, sino el uniforme de nuestro ejército. Un uniforme que todo cabeza rapada luce con orgullo y dignidad. Gritando al mundo con su inconfundible aspecto: soy nazi y me siento orgulloso de ello»
Además de profundizar en el movimiento, Antonio Salas pretendía demostrar con su investigación la relación que había entre los skinheads, la extrema derecha política y el mundo del futbol. Pone de manifiesto los lazos que unen a estos tres colectivos mediante entrevistas a skinheads afiliados a un equipo ultra, que defienden la extrema derecha o que hacen las dos cosas a la vez, pero también asiste a reuniones, celebraciones y manifestaciones donde se relacionan los unos con los otros amigablemente. Por no hablar de los tratos de favor e incluso financiación que reciben los skinheads tanto por parte de partidos políticos afines, como de algunos clubs de futbol; muchos de los ultras del futbol más violentos forman parte de este colectivo.
«Un ejemplo, tan pintoresco como triste, de la utilización que la extrema derecha hace de los cabezas rapadas. Son la tropa, los guerreros obedientes, los soldados de asalto. Son marionetas fácilmente manipulables a través de sus creencias, sus ideales y sus emociones. No entraré a enjuiciar si erróneas o acertadas. No es importante. Porque no es el objeto de este estudio enjuiciar si el fascismo, el nazismo o el socialismo son opciones políticas admisibles o no. Ni tampoco intento analizar si existió o no el Holocausto, si la mezcla racial es enriquecedora o contraproducente en una sociedad, o si la inmigración es o no un problema. Mi intención es dejar claro que los skinheads adquieren un compromiso con el neofascismo, mucho mayor que cualquier otro neonazi. Y lo hacen porque sus ideales y sus creencias en tomo a la raza, la sangre, el honor y la patria son tan sólidas y sinceras como los del adepto a una secta»
Cogí este libro a sabiendas de que no era una novela, sino un ensayo, pero debido a la implicación personal del autor, esperaba que el resultado fuera mucho más emocional de lo que ha sido. Estamos ante un libro de carácter claramente divulgativo, dejando de lado situaciones concretas en las que el autor nos narra cómo conoció a determinadas personas o cómo se sintió al entrar por primera vez en refugios skinheads (conciertos, concentraciones, excursiones, bares). Es por eso que hay capítulos dedicados a la historiografía del movimiento skinhead, a la música Oi!, a ultrasur y a figuras importantes para el movimiento que podrían formar parte de un libro más especializado. Entiendo que el autor fue de los primeros periodistas en tener acceso a toda esta información y que pretendía darla a conocer, pero todo este material me parece más propio de una obra documental y no testimonial, que es lo que yo andaba buscando. Sí, quería saber más de este colectivo, pero la razón por la que escogí esta lectura y no cualquier otra es porque esperaba que me aportara el punto de vista emocional del autor. Disponer de una lista de las principales bandas de música Oi! y cómo estas evolucionaron a nivel europeo, no me aporta nada.
La parte que más me gustó, precisamente porque predomina el sentimiento por encima de la objetividad, es el final, en el que nos habla de cómo participó como espectador en una paliza organizada al final de un partido (hubo decenas de heridos y varios detenidos). El rechazo ante los actos violentos, el terror y la tensión por ser descubierto están muy bien tratados en esta parte. Me sorprendió esta violencia desatada de la que tan poco se habla hoy en día en los medios, pese a que sigue ahí. Sabía que los ultras del futbol eran gente peligrosa, pero no sabía que hasta este punto, ni tampoco que la mayoría de las víctimas no denunciaba por miedo a represalias.
«Por eso, mientras no descubran que pueden existir al margen del grupo, que son individuos libres, que no necesitan al clan para sentirse realizados, que ya existían antes de afeitar sus cabezas y tatuar sus cuerpos, que no necesitan un líder que les diga lo que deben pensar; mientras no se enfrenten a sus propios miedos, continuaran siendo borregos que desean creerse lobos. La guerra en las calles no existe. La guerra está dentro de ellos mismos; por debajo de sus cráneos rapados, en su mente. La única batalla real es la que tendrán que librar contra sus propios temores. Su miedo a no ser respetados. Su temor a la soledad. Su pánico a no ser capaces de avanzar sin las muletas que ahora les sustentan. Su terror a perder el calor de los camaradas, del dan, de la manada.»
Aunque la obra me ha aportado mucha información y me ha permitido darme cuenta de que los skinheads son mucho más numerosos de lo que yo creía y que están muy bien organizados, esperaba algo menos didáctico, un texto más emocional y subjetivo, con anécdotas personales y mucho diálogo. En su lugar, la mayor parte de la obra me ha aburrido por su tono enciclopédico.
Es muy decepcionante que el autor use una cámara oculta y no la aproveche. Si lo que pretendes es que los propios skinhead se retraten como los animales violentos que son, déjales hablar, pero el autor no transcribe diálogos reales. Según el autor, pese a su mentalidad cerrada y sus argumentos poco trabajados, los skinheads no son estúpidos y, aun así, por cómo se expresan en la única transcripción que hay, a mí me lo han parecido.
Como he ido comentando, el libro incluye varias entrevistas a distintos miembros del colectivo, tanto a skingirls, como a ideólogos, como a ultras, como a cabecillas. Así, es cierto que nos muestra su ideología mediante sus propias palabras, pero son discursos preparados que no representan a los skinheads de a pie. Se supone que el autor estuvo un año asistiendo a encuentros, charlando con ellos en bares y trabando amistad. ¿De qué hablaban en esas quedadas? ¿Cómo se expresan, cómo defienden y justifican sus actos? ¿Qué les preocupa, cómo interactúan con su entorno, sus vidas son tan corrientes como las nuestras? ¿En algún momento se sienten culpables por la violencia que ejercen? No escuchamos en ningún momento su verdadera voz.
También se hizo una película que adaptaba el libro y lo convertía en una historia más narrativa, pero le he dado un vistazo y me parece una basura mayor que el documental porque prefiere la espectacularidad al realismo, exagera las actitudes, se centra en las partes más turbias del colectivo y construye al personaje del autor como alguien muy distinto.
Volviendo otra vez al libro, me gustaría destacar la edición. Mi libro es en tapa dura, con papel de calidad e incluye un CD con el documental y también algunas ilustraciones sobre el material que producen los skinheads, revistas y reuniones, así como algún documento policial. A eso hay que sumarle un añadido de 60 páginas con correos que recibió el autor y que muestran el impacto que supuso la publicación de este libro. Por supuesto, todos los correos se reproducen con la aprobación de sus autores y se transcriben tal y como se recibieron, sin modificar la ortografía. Estos correos enriquecen el libro, porque, por una parte, se hacen apuntes y correcciones, no solo ortográficas, sino también de contenido. En segundo lugar, vemos las repercusiones de su publicación: amenazas de muerte e insultos, pero también muestras de agradecimiento de gente que ha recapacitado e intentado alejarse del mundo skinhead gracias a la lectura de esta obra o al reportaje.
Antonio Salas está en busca y captura desde la publicación de la obra. Aunque ha participado en entrevistas, nunca ha podido dar la cara, ya que su material permitió la detención de varios criminales, y en consecuencia, recibió muchísimas amenazas de muerte. Todo eso no hizo que cejara su empeño y a lo largo de los años se ha infiltrado en otros grupos marginales y publicado varios libros: El año que trafiqué con mujeres, El palestino o Los hombres que susurran a las máquinas. Por desgracia he leído que no son tan buenos y que el autor se excede en su soberbia, así que los dejaré pasar.
En conclusión, Diario de un skin da a conocer el movimiento skinhead en todos sus aspectos e incide en las relaciones de estos con los neonazis, ultras futbolísticos y partidos de la extrema derecha. Es un retrato muy completo realizado por un periodista que convivió con esta gente, por lo que ofrece mucho realismo. Toca multitud de temas, pero el enfoque es muy documentalista, así que si esperáis un relato más testimonial y que se centre en la parte emocional, seguramente os llevaréis una decepción. La obra cuenta con momentos emotivos, pero son escasos, y me ha aburrido la mayor parte de la obra, de corte más historiográfico. Por último, mencionar que la edición está muy trabajada y que incluye tanto ilustraciones como cartas que reflejan las repercusiones que tuvo la obra.
Es cierto que el libro tiene 20 años y que sería interesante conocer cómo el movimiento skinhead han evolucionado con la sociedad, así como si la cifra de sus integrantes es tan numerosa como en aquel momento (aunque viendo el auge de la extrema derecha, yo diría que es incluso superior), pero no conviene olvidar que la información que aporta el libro está sujeta al momento en que se escribió.
Cosas que he aprendido:
- Qué son los skinheads.
- La música Oi!
- La violencia de los ultras del futbol.
Y ya para terminar, os dejo con mis avances en Goodreads:
PUNTUACIÓN...3/5!
Primeras Líneas...