Diario De Una Migrante Venezolana. Las Dos Mamás De Mi Papá

Publicado el 14 octubre 2018 por Carlosgu82

En el primer episodio de este diario les hablé de mis dos abuelas, las dos mamás de mi papá que discutían muchísimo, pero se querían mucho también. Doña Rosa era la mamá biológica de mi papá. Su nombre completo era Rosa María Márquez de León. Doña Mariana era su hermana mayor, Mariana de las Mercedes Márquez Briceño viuda de Rivas, así se presentaba siempre. Ambas nacieron en el seno de una familia andina, numerosa, de las de recios y sólidos valores.

Cuando mis padres se divorciaron mi papá se quedó con la patria potestad a cargo de mi hermana Julia y de mí. Mi abuela Mariana, quien en realidad era tía de mi papá y tía abuela nuestra, vivía con nosotros, pero mi hermana y yo aprendimos a llamarla abuela, eso fue para nosotras hasta el día en que murió. Ella ayudó a papá con nuestra educación, siempre estuvo con nosotras desde que nacimos. Mi abuela Rosa pasaba temporadas viviendo con su única hija Nerys y otras tantas con mi papá y nosotras, pero mi abuela Mariana siempre estuvo allí hasta su último día.

Rosa María se casó muy joven con Ramón León y de esa unión intentaron tener hijos muchas veces. Los primeros cuatro partos los hijos nacieron muertos o murieron al nacer. Mi abuela Mariana contaba que cada vez que Rosa perdía un bebé ella se ponía muy triste y le daba dolor ver a su hermana sufrir. Nadie supo cuales fueron las razones por las cuales los bebés no lograban sobrevivir, pero lo seguían intentando. Cuando mi papá nació, Francisco José (Bernabé) era muy pequeño y de bajo peso, tan pequeño que mi abuela Mariana pensó: “éste tampoco va a sobrevir”  y se lo llevó a su casa pensando hacerle más llevadera la nueva pena a su hermana. Incluso lo colocó en una caja de zapatos de lo pequeño que era. Las cajas de zapatos de hombre en aquella época eran espaciosas y de madera, y allí lo colocó pensando que pronto moriría también.

Mariana estaba casada con un señor muy mayor, viudo dos veces, llamado Don Luis Rivas. Don Luis tenía una pulpería en el pueblo, una pulpería es una bodega o un negocio donde se vende de todo, creo que ya no existen más, y Mariana trabajaba allí con él. En su matrimonio Mariana no había tenido hijos, por lo que siempre estaba para ayudar a su hermana Rosa en los partos. En esa ocasión del quinto parto de su hermana, Mariana pensó que también ese bebé se moriría, pero los días pasaron y el bebé seguía vivo, se alimentaba y desarrollaba. Mariana se enamoró de ese bebé, amó con toda su ternura a Francisco, mi padre, y desde ese día de su nacimiento, un martes once de junio de 1927, nunca más se separó de él.

Ejemplo de una pulpería.

Después de papá los tres siguientes hijos de mi abuela Rosa también sobrevivieron, así que Francisco se convirtió en el hijo mayor. Román Daniel fue el siguiente, Ramón de Jesús el tercero, conocido por todos como Chuy, y Nerys del Rosario la última y la única niña, conocida más adelante en su niñez como “la macha León” porque era la única niñaque jugaba con todos los varones y no le tenía miedo a nada, ¡claro solo tenía hermanos varones! y luego la hemos llamado siempre Nelly. Hoy en día solo quedan vivos mi papá y mi tía Nerys, el mayor y la menor de los hijos de Doña Rosa. A Román se lo llevó Dios a través del cancer hace mucho tiempo atrás, si mal no recuerdo por lo menos 35 ó 37 años atrás. Mi tío Chuy, Ramón, falleció hace apenas año y medio, en Anaco, estado Anzoátegui, y allá fueron a darle el último adiós sus dos hermanos sobrevivientes.

Tío Román y su hija mayor Marlene.

Tío Chuy y papá en el último cumpleaños que celebraron juntos. El de mi tío era el 8 de junio, solo tres días antes del de papá. Esto fue un año antes de morir el tío y enfermar papá.

Papá desde pequeño comenzó a pasar mucho tiempo en casa de Mariana y don Luis, quienes lo amaban con locura, Don Luis no había tenido hijos en ninguno de sus tres matrimonios. Mi abuela me contaba que el día que papá dió sus primeros pasos él estaba en la bodega y lo primero que hizo don Luis fue tomar un par de alpargatas que guindaban del techo de la pulpería para dárselas a Mariana y que se las pusiera a papá para que caminara. 

Alpargatas, calzado usado en los llanos venezolanos. Muy popular en toda Venezuela en los años veinte.

Anécdotas de Mariana con papá hay muchas, él la llamó siempre mama-tía, y la diferenciaba de la otra a quien llamaba mama-Rosa. De esas anécdotas me encanta recordar especialmente una: un día lo llevó a comprarse unos zapatos nuevos y le midió dos pares. A Francisco le gustaron los dos pares y cuando la tía Mariana le preguntó cuál le quedaba mejor él le respondió: “vamos a hacer algo mama-tía, cómpreme unos para la misa rezada y los otros para la misa cantada”, Mariana le sonrió con ternura la ocurrencia y al mismo tiempo con tristeza porque no tenía suficiente dinero para comprarle los dos pares de zapatos. Lamentablemente la única foto que tenía de papá pequeño era justamente ésa con sus zapatos nuevos y se despareció misteriosamente de mi casa.

Papá vivió mucho tiempo con ellos, quería y respetaba muchísimo a don Luis, de quien siempre ha dicho era un gran hombre, pero don Luis ya estaba muy mayor. Una noche se encontraban durmiendo los tres, papá, doña Mariana y don Luis, cuando Mariana sintió pesada la respiración de su esposo, papá se despertó porque sintió que algo lo tocó en la hamaca en la que estaba durmiendo y pasó de largo; cuando se asomó a revisar a don Luis éste había fallecido. Papá siempre ha dicho que don Luis pasó a despedirse de él.

Mis abuelas formaron parte importante de la educación de mi padre pero también de la mía, Ellas nos enseñaron a Julia y a mí todos los quehaceres del hogar. Doña Mariana tomó a Julia como pupila en la cocina y la costura, era una excelente cocinera y lamentablemente Julia, al morir, se llevó con ella todas las técnicas que mi abuela Mariana le enseñó, incluso como hacer catalinas que le quedaban espectaculares. Julita, así la llamábamos, cocinaba muchísimo mejor que yo que aprendí más que todo mirando porque ejecutando estaba Julia la mayoría del tiempo. Doña Rosa me instruyó a mí en el arte de lavar, remendar, planchar y limpiar; decía que no había nadie que planchara mejor que yo, lo peor es que yo siempre odié ese oficio, prefiero mil veces limpiar que agarrar una plancha, pero ella siempre me manipuló con frases como: “Rosita qué bien plancha, le queda todo muy bonito”, y así terminaba yo todo el oficio y hasta sonreía porque esa técnica manipuladora le funcionaba. La abuela Mariana nos enseñó a mi hermana y a mí por igual a tejer y a rezar. Ellas hicieron de nosotras unas buenas amas de casa, pero además fue mama-tía quien me enseñó a leer y escribir haciendo con ello que el kinder fuera para mí un fastidio porque estaba adelantada a los demás niños por lo que me dedicaba a hablar sin parar todo el día en clases, creo que allí está la clave de que me guste tanto el arte de vocalizar sonidos.

De derecha a izquierda, mi hermana Julia, papi y yo una navidad en casa de mi tía Nerys. Yo soy la mayor de mis hermanas.

Mi abuela Rosa murió primero, sufría mucho con su enfermedad del asma. Murió en mi casa, fue la primera vez que ví llorar a papá, la segunda vez que lo ví llorar fue cuando murió mi hermana Julia y la tercera cuando Rossanna migró. También ví llorar ese día a mi tío Román, quien se habia quedado a dormir en casa para acompañar esa noche a su mamá que hacía días estaba malita; su llanto me sorprendió mucho porque el tío Román era un hombre tan alto y fuerte que fue muy extraño verlo tan vulnerable ese día. También estuvo por allí mi prima Chavela ayudando a mi abuela, prima a la quiero y respeto muchísimo por muchas razones. Mi abuela Mariana sobrevivió a su hermana por varios años más, se la llevó la Virgen del Carmen un domingo día del padre en 1992. Digo que se la llevó la Virgen del Carmen porque ella siempre tenía un escapulario grande de la Virgen del Monte Carmelo quien es la encargada de ayudar a bien morir, y las personas que le son devotas y tienen su escapulario cuando están muriendo no pasan más de tres días en el purgatorio porque la Virgen del Carmen pasa a buscarlos para llevarlos al Cielo. Doña Mariana le había dado el escapulario que tenía muchos años con ella, hecho a mano, a mi abuela Rosa cuando murió y papá le consigió luego otro en la Basílica Santa Teresa. Más tarde le dió ese otro escapulario a mi tío Román cuando el cáncer lo alcanzó. Se pasó mi papá un buen tiempo tratando de conseguir un escapulario igual o parecido, grande y hecho a mano, como los que ella le había dado a su hermana y sobrino. Meses antes de enfermarse Mariana papá consiguió un escapulario parecido pero no igual de bonito como los ateriores, pero el día que Dios la llamó a su lado estoy segura que la Virgen del Carmen también vino a buscarla tal cual como ella quería porque ella se lo merecía por ser una mujer tan trabajadora y haber amado siempre de manera tan incondicional. Así fueron Doña Rosa y Doña Mariana, las dos mamás de mi papá. 

Doña Mariana a la izquierda y Doña Rosa a la derecha. En el centro mi prima Yelile.

Escapularios de la Virgen del Carmen. Pensar que ahora se consiguen por Amazon.