Revista Cultura y Ocio

Diario político y literario de Fulgencio Martínez, donde se habla de lo divino y de lo humano / 6

Por Agora

EL EBRO Y LA DERROTA DE CHACÓN

La reflexión que hago sobre la derrota de Carme Chacón en el reciente congreso del PSOE no se basa tanto en la fotografía del resultado de los votos (a fin de cuentas, la victoria de Rubalcaba ha sido por la mínima), ni en el correcto ejercicio democrático de que ha dado ejemplo el Partido Socialista, sino en un detalle, aireado contra ella en la campaña: su condición de catalana.

¿Cómo pensarían ustedes que una noieta catalana podría resultar elegida secretaria general de un partido de ámbito estatal? La papachada de José Bono y la grosería de un tal Rodríguez Ibarra de Extremadura son el polo opuesto y complementario de las declaraciones de la propia Chacón sobre sus orígenes almerienses y casi, como la cruz de Cristo, repartidos en esquirlas por todos y cada uno de los rincones de España.

Ortega y Gasset, a principios del pasado siglo, escribió sobre la España invertebrada, llamando urgentemente a la construcción de un país solidario que estaba por hacer y, a lo que parece, siga estándolo. El karma catalán de Carme Chacón no debe hacer pensar a los catalanes -como son tan proclives a ello los políticos nacionalistas de Barcelona- en una situación de víctimas lobotomizadas por el centralismo madrileño. Debería hacernos reflexionar en la “miserable y triste España” de Fray Luis de León; en este país levantado sobre un tablero de ajedrez dividido en más de sesenta y cuatro escaques o casillas, si sumamos a las de las autonomías, las de las diputaciones, regiones, comunidades forales, comarcas, ayuntamientos, y aun pedanías y barrios.

La época de la globalización es cierto que nos pilló con el gorro de dormir todavía puesto; apenas salidos de la dictadura de Franco. Luego, cuando, en una segunda ola globalizadora, el toyotismo y el prestigio de la pujante economía japonesa impuso la glocalización (que no era otra cosa que esquilmar lo local, los recursos y mano de obra barata, en nombre de lo global) vino una reacción, a finales de la década de los 90, en defensa de la diferencia. Etnias, regiones y nacionalidades tuvieron, entonces, un caldo moral favorable. Pero la dialéctica entre universalidad y diferencia, entre el centro estatal y las regiones, es demasiado móvil y admite segundas y aun terceras lecturas. Quien se siente oprimido ante el fuerte, y no renuncia a aplicar la misma medida

de poder a otro más débil que vive cerca, pierde la razón moral en su litigio. Aquí tenemos la constatación de esta máxima en las autonomías de pata negra, como la catalana y la vasca. ¿Piensan ustedes, catalanes, que les va mejor que los murcianos, que no tenemos ni siquiera una candidata derrotada en sus aspiraciones a la secretaría general de un partido estatal? Si tenéis AVE a Madrid, nosotros tenemos LATBUS aunque su precio sea (todavía) menor que el billete del AVE. Si vosotros necesitáis el agua del Ebro, sabed la jota que dicen los aragoneses dueños del río: “El Ebro nace en Fontibreeee, / se hace mozo en Aragooón/ y, al llegar a Cataluña, / se nos vuelve maricooón”.

Esto es una tontería (me refiero a lo de que un río exprese una opción sexual “diferente”), y, como diría mi abuelo, al final se trata de que cada uno va a lo suyo, y defiende aquello que más le conviene desde el palmo de tierra en que vive.

Fulgencio Martínez


Diario político y literario de Fulgencio Martínez, donde se habla de lo divino y de lo humano / 6

El artículo de Fulgencio, publicado en La Opinión de Murcia, 12 de febrero de 2012


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