Diarios de guerra XIV: La revolución de Borjamari.

Publicado el 19 mayo 2020 por Salva Colecha @salcofa

De verdad, espero que me perdonéis pero no puedo sacarme de la cabeza las manifestaciones de estos días en el barrio de Salamanca. Es inevitable, se me salta una media carcajada al ver ciertas imágenes (algunas fake, admito pero aplíquese aquello de “si non é vero é ben trobato”) que poco a poco se han ido extendiendo por otras barriadas “Chic” de toda la geografía nacional, son los “Cayetanos”, los de la protesta de los polos de Lacoste y pañuelitos Ives Saint Laurent.

Resulta un poco pintoresco – por falta de costumbre- ver una  revolución callejera de gente muy fina, de pulseritas, banderitas y accesorios  de diseño. Todos amontonaditos en las esquinas y gritando (¡huy!, se me rompe una uña) en ese idioma que solo ellos pueden llegar a entender. Porque no se si te habías dado cuenta de que esta gente que está en la “JetSet” se gasta una jerga propia. No vaya a ser que los confundan con la chusma o con “los criados” que mantienen anclados en sus añoradas épocas propias de Gracita Morales. Igual de eso es de lo que se trata, de clasismo decimonónico y nada más. Resulta alucinante ver que no se extinguió la figura del “señorito”, que pervivía en los pisazos con olor a naftalina y que ha salido ahora, supongo que porque llevar más de 60 días encerrados en ese ambiente hace salir al más pintado huyendo de acabar como sumergido en formol y Varón Dandy.

¡Pues estas gentes también se quejan!. Y la verdad es que  no nos debería parecer mal a nadie que de verdad defienda las libertades. Me explico, la protesta en democracia no es patrimonio de un sector o una tendencia política. Por desconcertante que nos parezca en un juego verdaderamente democrático todos pueden ejercerla, incluso los que consideramos que no tienen demasiado de lo que quejarse. Dejémoslos, a ver que dicen a pesar de que en nuestros fueros internos intuyamos que no vamos a entender lo que piden y aunque sepamos que jamás comprenderemos como es que en unos barrios las porras salen a bailar con tanta facilidad y en otros parece que se quedan guardaditas en casa. Es inevitable la odiosa comparación. Ya ves tú que cosas.

Pero lo que no podemos consentir es que jueguen con nuestra salud ni con la de los suyos. También ellos, la gente “In” pueden propagar la peste como ya hicieron allá por la Edad Media los potentados de Milán al huir de la epidemia con dirección a los pueblos . Las  miasmas se pueden propagar en una manifestación (mira que han sacado punta a ese asunto) o en una cacerolada, aunque las cacerolas sean de pedigree. La policía debería haberse esforzado mucho más con ellos, con Vox o con Diaz Ayuso por ser los pirómanos que los han alentado a saltar a las calles, cacharros en mano. Pero no por fachas, sino por poner en peligro la salud pública saliendo todos en tropel pidiendo nosequé de libertad en pleno confinamiento que por lo visto, según ellos, solo debería aplicársenos a la plebe. ¿No será que en pijo eso quiere decir que reclaman su impunidad para hacer lo que les dé la gana (como siempre) y  moverse como los señorones que se creen para poder acercarse a comer pipas al paseo marítimo de Gandía?