El mundo desértico de Reno, mezclado con las falsas luces de los casinos se convierte en un ambiente duro, casi hostil y sobre todo lleno de violencia en casi todas partes. La Universidad, los viajes que aprovechan en las épocas vacacionales, las comidas o cenas con las amistades que hacen por allí, la gente que conocen... Todo esto se convierte en pequeñas detonaciones que despiertan en la memoria del narrador historias de su pasado en el País Vasco, de personas que conoció, de familiares, de amigos, casi todas también historias más o menos tristes. No hay demasiado optimismo en todo este ambiente, pero sí la idea de que todo lo que nos pasa en la vida es importante y nada es despreciable. Que todas las cosas que vivimos y toda la gente a la que conocimos deja una huella en muchos sentidos y ese recuerdo puede volver en cualquier momento. El mundo americano es vasto, duro, violento, lleno de espacios amplios pero casi vacíos. Este mundo lleva al narrador a algo más íntimo, más pequeño y entrañable, las historias del pasado y algunas del presente de todo lo que pasó antes de estar allí. O a historias de otros vascos que pasaron por Estados Unidos en el pasado o en el presente.
Alrededor de esto hay un montón de cosas más que aumentan el interés por la lectura. Porque no son solo las cosas que vivimos o las personas que nos rodean. Hay otras constantes en la historia que todos podemos reconocer en nuestras propias vidas. El deporte (sobre todo el boxeo), el cine (actores que todos conocemos, películas que vemos más de una vez o muchas como cuando éramos niños y parecía que no podíamos cansarnos de ver siempre la misma), los sonidos y los olores, o la música (cantantes y canciones que marcaron y marcan más de un momento de nuestras vidas y que vuelven a nosotros cada vez que las escuchamos). Es muy difícil concentrar tal cantidad de cosas en tan pocas páginas, porque no es una novela larga, pero Atxaga lo consigue de una manera magistral. Se nota que hay mucho de experiencia propia en todo lo que nos cuenta y que lo hace con gran cariño y sensibilidad, y esa realidad de lo relatado hace que todavía sea más interesante.
Me pareció una obra más madura, más complicada y compleja en muchos sentidos y más difícil. Sigue teniendo un estilo que no es nada recargado y que parece simple, pero que no lo es en absoluto. Cada palabra, imagen, expresión...está buscada con toda la calma del mundo para intentar conseguir en el lector aquello que él quiere y lo consigue con creces. Me gusta mucho tanto su forma de escribir como la forma en que lo hace y creo que es uno de los mejores autores del panorama literario peninsular, tanto en la forma como en el fondo. Esas historias llenas de intimidad donde vuelca sus impresiones no son fáciles de contar para llegar al lector y siempre lo hace. Historias que conmueven y, sobre todo, que nos harán pensar en nuestras propias vidas y en todo lo que nos rodea. Recomendable en todos los sentidos, al mismo tiempo que os recomiendo su anterior novela, “Siete casas en Francia”, tan distinta al resto de su producción y, al mismo tiempo, tan parecida.