Días de verano, tarde de perros

Publicado el 17 mayo 2012 por Gritanlosdedos

22 de agosto de 1972. La canícula de aquella tarde de verano se apodera de Brooklyn, Nueva York, dejando las calles completamente vacías y sin más tránsito que el de aquellos que no tienen otro remedio que hacer frente al sol. En esa tesitura se encontraban John Wojtowicz y Salvatore Naturile. Ambos decidieron que ese día atracarían en su propio barrio a una pequeña sucursal bancaria para que la pareja de John pudiera cambiarse de sexo. Sin embargo, no todo salió como se esperaban. El calor, las eternas horas y, sobre todo, la inexperiencia acabaron con un proyecto que desde el primer momento no se sostenía por sí mismo. La revista Life, a través de la pluma de P. F. Kluge, se encargó de contarlo en el reportaje The boys in the bank. Sidney Lumet (director) y Frank Pierson (guionista) lo llevarían a la gran pantalla tres años después con Tarde de perros.

Al frente del reparto se encuentran dos grandes actores de la historia del cine que en aquellos momentos se encontraban en su máximo apogeo: Al Pacino y John Cazale. Ambos habían tenido unos años antes una época de excelencia y un especial reconocimiento por El Padrino I y II (solamente superados por Robert Duvall). Lumet tenía claro que Al Pacino haría el papel de Wojtowicz (en la película rebautizado como Sonny Wortzik), sin embargo, fue el actor de Scarface quien insistió que su compañero de andanzas fuera Cazale. El papel de atracador estaba pensado para un chico listo de barrio, alguien con trayectoria delictiva y andanzas callejeras, no para terminar mostrando a alguien inseguro, tímido y nervioso que, en el momento del atraco, lo único que le preocupaba era que la prensa no lo tildara también de homosexual. Sin embargo, Lumet acabó “rompiéndole el corazón”, en palabras del propio director. De hecho, fue nominado al Globo de oro como Mejor Actor de Reparto y volvió a trabajar para Lumet en The Deer Hunter, ya afectado de un cáncer bastante avanzado.

Sidney Lumet mostró una especial preocupación por realizar la historia lo mas fiel posible: alquilaron un local en pleno Brooklyn, no muy lejos de la sucursal atracada, y la decoró hasta el último detalle. Tal fue el grado de realismo que durante los primeros días de trabajo de los decoradores y los ensayos varios vecinos acudieron para abrirse una cuenta. Los coches de policía fueron pintados y rotulados al igual que los que usaban los agentes de Nueva York. Todo hasta el último detalle. Todo para realizar una película de algo más de dos horas de duración (125 minutos para la versión cinematográfica y 131 según la versión del director) en la que la acción principal transcurre dentro de una misma calle.

La película destaca por la rapidez con la que comienza la historia: toda la acción está planeada y comienza con el propio atraco. Todo parece ir sobre ruedas pero, de pronto, algo sale mal, su inexperiencia les juega malas pasadas y el tiempo corre en su contra. La televisión, la policía y decenas de curiosos se han enterado del atraco cuando aún ni siquiera han salido de la sucursal. Genial interpretación de Al Pacino, John Cazale y de Charles Durning (en su papel de policía) de unos personajes complejos que a la vez nos transmiten sus temores y complejos. La historia policiaca de los setenta que transmite a la perfección unos momentos de alocada tensión que deviene en absurdas soluciones y termina con un final rápido e inesperado. Desde la comicidad del novio preocupado por la hora de salida de su pareja hasta la violencia más desatada cuando Pacino pierde los papeles. La acción no pierde su efectividad y dramatisco, sino que a menudo se mezcla con el ridículo personal. Ello no quita que, si no se está en plenas facultades, uno llegue a sentir cierto cansancio en algunas secuencias, tanto la transmitida por la historia como en la actitud del espectador. Quizás era lo que quería hacer sentir Lumet.

Juanjo Sánchez


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