En esta recta final del verano todo es diversión. Queda poco para regresar a la rutina y es necesario apurar hasta la última bocanada de aire festivo que no parece que la vuelta de para muchas alegrías. El panorama no es muy halagüeño. Han pasado más de 50 días desde la repetición de las elecciones y esta España que festeja sigue sin encontrar quien dirija la orquesta de esta gran kermés que es la última quincena de agosto.
Aún así aquí no pasa nada. Lo cierto es que aquí nunca pasa nada, y para demostrarlo la clase política hace vida normal. Tan normal que de Pablo Iglesias nada se sabe. Después de su paso por los cursos de verano de la Complutense, desapareció privándonos de verle con un traje de baño que no alcanzo a ponerle estampado. Imagino que andará más cerca de las flores surfistas que de los rectilíneos diseños del que viste a Rajoy. Claro, que también le imagino con un escueto modelo de la marca Turbo, así que mejor pienso en otra cosa.
De quien sí sabemos es de Pedro Sánchez. El líder del PSOE lleva desaparecido prácticamente desde el mismo día de las elecciones de junio. Sin embargo, si hay una oportunidad de que salga en la foto Begoña, su esposa, allí está el tío. “Pillado” titula la revista Pronto un reportaje en el que se les ve en la playa de Vera (Almería). Fíjense, que esta pareja tan cool en el vestir se me hace especialmente demodé con las chichas al aire. Y esa gorrilla de Sánchez tumbado mientras que su mujer le pone cremita en la espalda… impagable documento. Se salva de la estampa en libro de Murakami. Que quieren que les diga, uno tiene sus debilidades y el novelista japonés es una de ellas.
Pero no se preocupen por ver tirado al sol a quien está condenado a ser el jefe de la oposición. Aunque a muchos les hubiera gustado que el “robado” le hubiera cogido trabajando en Ferraz, sus partidarios están tranquilos. El reportaje del semanario del corazón insiste en que atendió el teléfono en varias ocasiones. Probablemente las que necesitó para dar instrucciones. A Pedro le gusta mandar y ha encontrado a quien le gusta obedecer. Hasta tal punto es obediente su socio en la anterior legislatura, que no ha dudado ni un momento en quedarse sin vacaciones para hacer de correveidile.
Rivera, que se negó a posicionarse públicamente durante la primera campaña electoral, se ha convertido en un fiel peón de los intereses de Sánchez, que le ha dejado ponerse el sombrero de adalid de la democracia para que participe de esa hoja de ruta del “no es no”, en la que poco tiene que ver el servicio público y mucho el aniquilamiento político de Mariano Rajoy. Un juego de tronos del que sabe mucho Iglesias que, tal vez por eso, ha decido no asomar la cabeza este verano. Si se la tienen que cortar, que sea en invierno.