Ayuso hace alarde de incumplir las recomendaciones. Es increíble todo.
Hace una semana relataba en este espacio algunas razones por las que Isabel Ayuso debía abandonar el puesto de presidenta de la Comunidad de Madrid. La lista de razones, ninguna anecdótica sigue creciendo con tendencia al infinito. También en estos días coincidí con un tuit (perdón, pero no recuerdo la autoría) que se preguntaba si en Madrid no estaremos siendo sometidos a un experimento. Y es que estas cosas que hace Ayuso son verdaderamente extrañas. Ni siquiera comparables a las ocurrencias de Trump o las que en su día llevó a cabo Esperanza Aguirre, aunque con ambos haya coincidencias.La bronca que a final de la pasada semana promovió la presidenta Ayuso, y que llevó a la dimisión de su directora de Salud Pública, tiene un trasfondo trumpiano. Sus argumentos para que la región pasara a la “fase 1” los evoca el premio Nobel de Economía, Paul Krugman, refiriéndose a los republicanos estadounidenses en un artículo titulado Una epidemia de privaciones y hambre. En él asegura que “buena parte de la derecha estadounidense ha decidido de hecho que debemos volver a la vida de siempre y aceptar el número de muertes que se produzcan como consecuencia de ello”.
Sin duda esa música la tenemos oída por parte de Ayuso quienes vivimos en Madrid que llega a comparar la pandemia con los accidentes de coche y da a entender que las muertes son inevitables. “Todos los días hay atropellos y no por eso prohíbes los coches”, aseguró en una de esas máximas que pasarán a la historia.
Pero ni en Madrid ni en España existen los mismos sentimientos que quiere copiar el PP de la derecha estadounidense, que requerirían de la inexistencia de un sistema público de salud y un culto a la muerte muy particular. En este sentido es muy interesante lo que considera la escritora Azhara Palomeque y que Ángel Munárriz reproduce en Infolibre.
La escritora relata lo que transmite la derecha norteamericana, donde ”muchos republicanos han afirmado que están dispuestos a morir por la economía, lo cual indica que también están dispuestos a matar. Este culto tiene que ver con la cultura americana, que promueve que el más fuerte gana. Se trata, explica, de una ideología muy arraigada también entre las clases bajas –sobre todo blancas–, que sobreviven sin seguro médico y han visto su nivel de vida diezmado por la desindustrialización. Para este colectivo no tiene sentido cerrar la economía porque la salud nunca ha sido una prioridad política. Si ya no tenían acceso a insulina, por poner un ejemplo, ¿a qué viene ahora cerrarlo todo por un virus?". Sin duda, la estrategia de correr a costa de nuestras vidas en Madrid no cuaja.
Sí puede cuajar el marketing de regalar mascarillas aunque no las recomienden los médicos porque aquí somos mucho del refranero y su “a caballo regalado no le mires el diente”. De cualquier forma, no terminamos de entender que las mascarillas no son un regalo, pues las estamos pagando entre todos con nuestros impuestos o por cualquier otra vía pública. Lo que no sabemos es cuánto nos han costado.
Mencionar “lo público” nos lleva de nuevo a la estrategia de la derecha norteamericana y al mencionado artículo de Krugman. Lo que al trasnochado neoliberalismo le preocupa es que la ciudadanía se dé cuenta de que detrás de su seguridad siempre está “lo público”. El Nobel de Economía lo cuenta así: “…es posible que a los conservadores les preocupe que si ayudamos, aunque sea temporalmente, a las personas en apuros, muchos estadounidenses decidirán que un colchón de seguridad social más fuerte es algo bueno en general. Cuando tu estrategia política depende de convencer a la población de que lo público es siempre el problema, nunca la solución, no quieres que los votantes vean que la Administración pública está de hecho haciendo cosas buenas, ni siquiera en tiempos de absoluta necesidad” (…)
Es “Pecas” pero no es “Espe”
Otra comparación en la estrategia de Ayuso es la relacionada con el permanente estado de crispación y echar balones fuera de su predecesora Esperanza Aguirre, quien también es recordada por sus frases, salidas de tono y de demostrada, cuando no impostada, ignorancia. Algo que paradójicamente atrajo a mucho votante (hoy en las filas del cuñadismo de Vox. Eso sí). Aguirre ensalzaba la figura de su mascota, Pecas en las redes sociales, trabajo del que se encargaba la hoy presidenta de la Comunidad. El colmo de una licenciada en periodismo, que no periodista, no es ya ser una fiel mascota, sino ser la “negra” de una fiel mascota.
La diferencia va más allá de la experiencia de Aguirre en las lides de gobernar y el respeto y/o miedo que producía en su partido. Ayuso es el hazmerreír dentro de sus propias filas, donde es algo más que cuestionada como ya empieza a ser público. Además Aguirre contaba con una mayoría absoluta para loar sus cosas y un porrón de dinero acumulado en tantas y tantas tramas (Púnica, Gürtel,.. Aquí hay un buen listado).
Otro factor, ya mencionado de soslayo es que Esperanza Aguirre tenía a los ultras dentro de su propio partido y ahora se encuentran fuera, quizá coincidiendo en la FAES, pero con Vox quitando espacio, votos y fuerza parlamentaria.
Por el bien de la región, de su partido -que lo es de Gobierno- incluso por ella misma, Ayuso debería hacerse a un lado.