Es difícil personalizar y aportar novedades a la Biblia del piano que es la Suite "Iberia" de Albéniz, el verdadero testamento del compositor catalán y obra que no todos se atreven hasta entrada la plena madurez e incluso a la que muchos vuelven con la visión que da el tiempo, como con los vinos.
El compositor y pianista tinerfeño Gustavo Díaz-Jerez (1970) será otro enólogo musical que pasará a engrosar mi lista de grandes intérpretes de Iberia, con un DVD novedoso en los medios utilizados (el primero rodado en alta definición) y tras registrarla hace ocho o nueve años en CD, esta vez pasándola por su tierra para darle un cuerpo distinto a unos viñedos canarios que rezuman musicalidad. El propio intérprete hablaba de este DVD comentando que "cuenta como grandes alicientes con las imágenes "de máxima calidad" y con planos poco habituales como los cenitales en que se aprecia en toda su magnitud las enormes dificultades técnicas que entraña para cualquier pianista salir vivo de los saltos, cruces de manos y sucesiones de acordes 'imposibles' que ideó Albéniz". Las doce impresiones en cuatro libros suponen la universalización del pianismo español y su escucha casi obligatoria para todo melómano además del examen permanente de todos los que se enfrentan a tan magna obra, y disfrutar del DVD todo un placer.
El primer cuaderno con "Evocación", "El Puerto" y "El Corpus Christi en Sevilla" parecieron ofrecernos los vinos dulces de Jerez o la manzanilla de Sanlúcar bien presentados, vinos jóvenes y aromáticos ideales para abrir boca en cualquier estación del año, como calentando boca a medida que pasábamos de una provincia a otra.
Colocar el cuarto a continuación supuso mejorar el paladar, "Málaga", "Jerez" y "Eritaña" como si de un Pedro Ximénez seco pusiese el néctar hecho sol de la capital en el piano de Gustavo, brillo y profundidad, a continuación un Palo Cortado de alta graduación y generoso, color caoba brillante como los sonidos tamizados por Albéniz, antes de repos(t)ar en la famosa venta sevillana donde el vino se convierte en licor, verdadero y potente una vez abiertas las papilas auditivas, sacando toda la graduación sonora de un piano lleno de matices y la técnica al servicio de una partitura con muchos secretos por desvelar. Un placer el fraseo, el rubato en su sitio sin amaneramientos y la búsqueda del color en cada nota con un manejo de los pedales capaz de brillar en todas las tonalidades.
Plentamente metidos en ambiente, público, intérprete y obra remataríamos con el tercer cuaderno, "El Albaicín" granadino, cuestas llevaderas contemplando y respirando cante jondo, romero y taconeo percusivo además de la vista impresionante de Sierra Nevada, sinfonía de color y sabor, saber vivir esta página tan brillantemente escrita e interpretada por Díaz-Jerez (que como Albéniz sabe aunar lo francés con lo catalán) que el público rompió en aplausos antes de comenzar "El Polo", madurez compositiva de exigencia máxima para florecer entre tantas notas la hondura y amargura desde la distancia de un catalán que supo entender lo español sin tópicos, al igual que nuestro pianista volviendo a despertar pasiones entre los veteranos que siguen sintiendo estos conciertos como en el salón de casa. Y finalmente "Lavapiés", habanera gaditana de ida y vuelta, el ritmo interior, las pausas, los contrastes sonoros de luces y sombras, colores de uva de la cepa a la mesa, limpieza con brillo en una verdadera lección de gusto interpretativo creciendo a lo largo de las doce imágenes sonoras, visuales, mentales con todos los sentidos.