Descubrí a Gabriela Wiener y su “Dicen de mí” durante la última Feria del Libro de Madrid. Me llamó la atención con su atrayente diseño de cubierta estilo collage, y una campaña de marketing girando a su alrededor que lo presentaba como una obra literaria experimental con el feminismo como punto de partida o centro de todo lo demás.
Hay un algo seductor en el hecho de echar un vistazo a la intimidad ajena, supongo que en mayor o menor medida es algo intrínsecamente humano. En ese sentido “Dicen de mí” es obscenamente explícito, ya que la autora lleva a cabo un ejercicio literario que consiste en despojarse de todo pudor y narrar las luces y las sombras de su personalidad y de su trayectoria vital no desde el yo, sino a través de preguntas muy íntimas y muy precisas a personas seleccionadas de su entorno más cercano.
Desde el principio de la obra se nos explica el objetivo de la misma y la forma en que fue creada: el proceso en el que Gabriela seleccionó a quién hacer las preguntas y cómo eligió qué y cómo preguntar a cada uno de ellos. Así, tenemos una obra autobiográfica con un formato poco convencional. Entre los entrevistados se encuentran personas de su familia y amigos, también otros que ya no están en su vida (amistades perdidas, amantes con los que una relación saludable fue imposible, etc.).
Lo más destacable de esta obrita son dos cosas, para mí: la forma de escribir tan personal de Gabriela y su forma de vida tan poco convencional, que visibiliza un tipo de familia no hegemónico que la sociedad patriarcal condena.
Una cosa divertida e infantil que confiesa Gabriela en las primeras páginas, es que le encanta que le cuenten las mismas historias una y otra vez, cuando se trata de sus favoritas. Es por eso que en sus entrevistas interpela a sus conocidos con cuestiones de ese tipo, al estilo de “cuéntame otra vez aquella historia…”
En el sentido más reivindicativo, feminista y queer, la aportación de Wiener es muy interesante. Por un lado, es una persona que forma parte de una triada, compuesta por dos mujeres y un hombre, los tres son los progenitores de dos criaturas cada una de ellas nacida de una de las madres (no hace falta añadir, por tanto, que Gabriela es bisexual).
No hay que confundir el concepto “trío” (que se utiliza para definir aquellas relaciones sexuales en las que intervienen tres personas de cualquier género y orientación sexual), con “triada”, que son igualmente tres personas con el añadido de que mantienen una relación afectiva al mismo nivel entre ellos. Forman parte de la comunidad poliamorosa y si no son más visibles y crees que no conoces a ningún poliamoroso en tu entorno, seguramente será por el estigma social que les hace permanecer en un discreto segundo plano, por la misma razón que el procesador de textos donde escribo esto ahora mismo no reconoce el término poliamor. Bibliografía imprescindible para entender esto si te suena a chino mandarín: “Ética promiscua” y “Opening up”, ambos publicados en castellano por la maravillosa editorial Melusina.
En cuanto al feminismo, a lo largo del libro se hacen numerosas referencias en este sentido, es algo clave de máxima importancia en la vida de la autora, y la última de las historias narra un episodio de violencia machista encuadrado en una relación amorosa insana.
"El feminismo nos ha hecho libres, Gabi. Lo más importante, nos ha enseñado a exigir respeto."
(De la entrevista con Rocío, amante de Gabi y madre de su hija).
Casi todo el tiempo la lectura deja al lector exhausto por las grandes dosis de apertura y exposición de la intimidad que contiene. Uno de mis fragmentos favoritos es el siguiente:
"En realidad, quiero preguntarte algo que nunca le he preguntado a nadie o que nadie me contestaría. Ya sé que a la gente de bien no le importa el qué dirán, pero a mí me obsesiona –llámame loca– saber algo que te haya rondado la cabeza a ti a cerca [sic] de mí y que callaste, una especie de verdad que sientes que no podrías decirme nunca porque me destrozarías y que late dentro de ti y quema. ¿Me la dirías por fin, con honestidad brutal?
En realidad no me quema y por supuesto que te la puedo contar. Ahora mismo te imagino abriendo el correo de esta entrevista, saltándote todas las respuestas previas, y yendo directamente a esta, que es la siguiente: creo que gestionaste muy mal tu aventura con Rocío y que pusiste a Jaime en una posición muy injusta. Cuando la aventura se convirtió en triángulo, en hijo común, en experimento de familia, es decir, todo lo que pasó después, ya es otro asunto. Pero en la fase previa, cuando uno puede controlar todavía lo que está ocurriendo, creo que fuiste muy egoísta, que no tuviste en cuenta a Jaime y a Lena. Por supuesto, es solamente una opinión, no creo que vaya a destrozar a nadie, y menos a ti, que eres muy fuerte, aunque te sientas a menudo poseída por la fragilidad.
Esta parte me encanta por la confianza, la verdad, la ironía y la sensibilidad que desprende."
Definitivamente no creo en el sincericidio (he comprobado que es un término que usa la gente mentirosa compulsiva, quizá para justificarse), creo en la capacidad empática del ser humano para entender y acoger los sentimientos de aquellos a quienes ama.
Otro de mis fragmentos favoritos se encuentra en una de las entrevistas más extrañas: la autora contacta con una antigua amiga con la que ya no tiene relación, para invitarla a expresar con precisión qué pasó y por qué no pueden ser amigas. Es el siguiente, con el que me he sentido muy identificada por experiencias propias:
"¿Por qué nunca volviste a contestarme un solo mail o llamada? ¿Por qué rechazaste mis intentos de buscarte?
Hace casi cinco años te expliqué por teléfono los motivos por los que ya no creía en nuestra amistad, Gabriela. Sé que tienes virtudes y que eres una buena amiga de tus amigos, pero en relación a mí se te hizo sistemático el acercarte con agresividad. Me incomodaba totalmente tu forma de tratarme y todos los prejuicios e ideas que tenías sobre quién era yo. Querías imponerme una manera de ser, eras intolerante, normalmente atropellabas y eras sentenciante con todas mis acciones. Fuiste cruel en muchas situaciones que ya no vale la pena mencionar, conocías mis vulnerabilidades y me exponías a situaciones en las que salía siempre dañada.
¿Por qué no pensar que fuimos incapaces de abstraernos a las dinámicas de poder que suele haber en algunas relaciones, que fallamos, que fue algo de ambas?
Acepto mi responsabilidad por permitirlo y callar, pero un día, luego de un episodio más de esos, desperté y empecé a tomar decisiones y una de ellas fue no tener relaciones desgastantes o que saquen mi lado vulnerable. Muchas veces tus acciones no fueron solo producto de tu ímpetu, muchas veces sabías lo que hacías."
En este sentido, es clave aclarar que uno no debe cometer sincericidio con la persona incorrecta. Precisamente es cuando la sinceridad se corrompe y deja de serlo, precisamente por eso también creo que “sincericidio” me sobra. ¿Os apetece una buena dosis de realidad? Pues echad un vistazo a este libro.