Recuerdos que cuando leí "las mil y una noche" me daban ciertos escalofríos de placer. A mi favor diré que era un adolescente. Genios, paisajes exóticos, mujeres bailando la danza del vientre, emires, califas, sultanes y héroes llenos de una sabiduría desconocida. Aún recuerdo algunos de sus cuentos, de esos que anda por ahí en la memoria de los tiempos y de la tradición legendaria. El libro estaba ahí en la estantería. Cuatro tomos en la versión de Richard Francis Burton, que en aquel entonces no sabía quien era (si pinchan en el enlace lo sabrán). Siempre me han apasionado las biografías de los grandes y aventureros. A su muerte había coleccionado múltiples cicatrices de sus viajes y riesgos. Y había descubierto que la ortodoxia te ciega los ojos con su pudorosa e hipócrita moral. Fue desterrado casi a ser embajador de Brasil, allá lejos, y no por sus hazañas, sino por el interés por otras culturas, que aunque supuestamente primitivas, disfrutaban de una libertad del placer sexual que avergonzaba a los puritanos victorianos de la época. Tradujo grandes obras literarias de un Oriente en el que se mimetizó perfectamente, y muchas de ellas sobre sexualidad. Y entonces, cuando era adolescente, leí la versión traducida por él del Kama Sutra (con ilustraciones fenomenales y explicaciones). Pinche en el enlace y se dará cuenta de que siempre hay hombres que han ido siempre por delante, por muy modernos y libre de pensamientos que nos creamos.