Durante varias noches de un frío y lluvioso mes de marzo, Charles Dickens se levantaba a poco de acostarse y desde la media noche hasta la salida del sol –eso en Londres es un decir- a las cinco y media, caminaba por la noche londinense en la que paseaba su sombra sin sueño a lo largo del Támesis, de sus puentes y de las callejuelas adyacentes.
De esa manera combatía el insomnio y completaba su educación sentimental con la experiencia de un sin techo por afición y con un profundo conocimiento directo de la noche y de los personajes que la pueblan.
Con esa experiencia intensa en sus noches desveladas escribió Dickens los Paseos nocturnos, uno de los ocho estupendos textos breves que reúne Taurus en esa antología universal del talento que es la colección Great Ideas.
Textos deambulatorios en los que un Dickens en plenitud recorre los barrios londinenses -de Tottenham a Whitechapel, de Hackney a Brixton- en un itinerario geográfico, moral y social por los ambientes de los que se nutrirían sus novelas, repletas de personajes que en varios casos tienen aquí su primer esbozo.
El arsenal de Chatham, El asilo de Wapping o Los despachos de apuestas son algunos de esos textos que aparecieron en semanarios como La palabra del hogar o se agruparon en series como Un viajante, y no de comercio.
Pensados para un público amplio y variado en edades y en mentalidad, en sus gustos y en su formación intelectual, circula por ellos la maestría del novelista con su característica mezcla de la risa y la lágrima, del ingenio y la compasión.
Con la brillante agilidad en las descripciones y la precisión narrativa del mejor Dickens, hay en estos textos un análisis del ambiente social que rodeaba al autor y a sus lectores. Un análisis en el que su mirada compasiva elude la crudeza en la presentación de una realidad dura, evita la aspereza de la prosa y manifiesta una fe incansable en el hombre y en el progreso social.
Santos Domínguez