Los dientes que explotan:
Hace más de 200 años, un clérigo de Pennsylvania, empezó a padecer un dolor punzante en una de sus muelas. Poco a poco el dolor se volvió insoportable, tanto así que lo llevó a correr por su jardín como un animal en agonía, a golpearse la cabeza contra las paredes y sumergirla en agua helada. Nada podía calmar el dolor del reverendo y a la mañana siguiente aun continuaba paseando de lado a lado de su estudio, cuando de repente " un estruendo agudo, como un disparo de pistola", rompió su diente en pedazos, aliviándolo instantáneamente. Sin embargo este extraño hecho no fue aislado, poco después el horrible dolor de muelas de una joven acabó cuando su muela adolorida estalló abruptamente, ensordeciéndola durante varias semanas, dando inicio a lo que fue denominado "La epidemia de dientes explosivos". Los expertos dieron varias posibles explicaciones que van desde cambios bruscos de temperatura hasta alguna reacción de los productos químicos utilizados en los primeros empastes, pero ninguno de estos argumentos fue particularmente convincentes y el caso de los dientes que explotaban permanece, hasta el día de hoy, sin resolverse.
Babosas en el estómago:
En el verano de 1859 , una niña londinense de 12 años llamada Sarah Ann, comenzó a quejarse deEl molinero:
El 15 de agosto de 1737 el joven Samuel Wood estaba trabajando en uno de los molinos de viento de la Isla de los Perros, en Londres. En su faena caminaba, en busca de otra bolsa de maíz, sin percatarse de que tenía una soga colgando. Al pasar por una de las gigantescas ruedas de madera la soga quedó atrapada y antes de saber lo que sucedía, Samuel voló por los aires y cayó bruscamente al suelo. Confundido, se levantó sin sentir dolor alguno, apenas un ligero hormigueo en su hombro derecho. Al alzar la vista, el horror llenó sus ojos, pues para su desconcierto, enganchado de la rueda estaba su brazo derecho. Mostrando una compostura increíble Wood logró bajar por una estrecha escalera y caminar hasta la casa más cercana para pedir ayuda. Al atenderlo los médicos temían por su vida debido a lo traumático del hecho, sin embargo al examinar más de cerca el brazo descubrieron que había sido arrancado tan limpiamente que no existía peligro alguno y en efecto, Wood vivió, se recuperó completamente luego de pocas semanas y se convirtió en una celebridad, las tabernas locales incluso vendían imágenes del hombre que había sobrevivido cuando un molino de viento le arrancó el brazo.
Una sensación ardiente:
En 1886, un hombre de Glasgow, cuyo nombre se desconoce, empezó a desarrollar una desagradableEl soldado inventivo:
El Coronel Claude Martin fue un soldado del siglo XVIII, que pasó la mayor parte de su vida trabajando para la Compañía Británica de las Indias Orientales y fue un hombre muy prolífico, no solo en el campo militar, también se desempeñó como cartógrafo arquitecto y administrador. Pero lo menos conocido y tal vez lo más impresionante de su figura es que fue la primera persona que realizó y se sometió a un procedimiento médico que más tarde sería conocido como litotricia. En 1782 Martin comenzó a desarrollar todos los síntomas de un cálculo en la vejiga y decidió no visitar a un médico. Tomando el asunto en sus propias manos, ideó un instrumento especial hecho con una aguja de tejer, a la que añadió un grueso mango de madera. Lo insertó en su propia uretra y dentro de su vejiga y poco a poco comenzó a raspar la piedra. Lo que es más sorprendente aún es que el coronel tuvo que repetir este procedimiento unas 12 veces al día por un período de 6 meses hasta que los síntomas desaparecieron por completo.
Cincuenta años más tarde algo similar a la técnica de Martin se convirtió en el tratamiento estándar para cálculos en la vejiga, gracias a la investigación pionera de cirujanos parisinos que desconocían el caso del coronel.