Dietario 199

Por Calvodemora

 Es la enfermedad la que revela la vida: mientras uno está sano, no hay conciencia de que estemos vivos. Es el dolor o la miseria de los órganos la que procura la certidumbre de la vida. Lo dice Cioran en La caída del tiempo. Luego dijo que el pensador era un exiliado. Él lo fue en grado sumo. Sólo es nuestro lo que perdimos. La cita es de Borges, en este caso. En cualquier caso es la pérdida la que exige una entrega, una voluntad de hacer durar el placer a lo largo del tiempo y fijar su esplendor a la memoria.

Esta herrumbre del cuerpo levanta la mejor de las ficciones posibles: enfermedad y Arte, dolor y creación, se matrimonian durante la Historia y crean páginas memorables. Existe un hilo que une convalecencia y creatividad. Hay quienes en la enfermedad sustentan su vida: personas que se refugian en el dolor para justificarla . No podremos entender a Poe sin ella. Pienso también en Ricardo Bolaño o en Susan Sontag o en Thomas Mann o en Vicente Aleixandre. El mejor Lovecraft fue el que entendió que su vida no podía generar otra literatura que la hoy conocemos: ese mundo abismal, sórdido, aliñado de criaturas malignas y conjeturas preculturales.

Mi amigo K. sostiene que Pablo Neruda jamás podría haber escrito un cuento de terror, pero que Poe hizo excelentes poemas de amor lo que coloca al escritor norteamericano un peldaño más arriba que el chileno en su hipotético ránking a lo Bloom. Añade que Cortázar era el escritor total porque deslindaba su persona del personaje creado a partir de las letras, pero K. se pone muy pesado con un whisky de más y es mejor no llevarle la contraria. Tampoco se la llevo aquí porque K. nunca entra en mi página. No tiene ordenador y escribe en unas libretas de anillas que parecen cuadernitos de escuela. Las ordena en un armario, cerca de las cajas de zapatos, debajo de los abrigos de invierno. Las marca por estaciones. Primavera. Verano. Otoño. La de este recién comenzado  se la he visto en un bar. K. parece un estilita en su columna en el desierto, pero yo hago oídos de sus delirios y acta de su ebriedad.

Anoche arrancó con Leopoldo María Panero. El mejor público de un poeta en un recital es el público de Panero. Gente desquiciada, me confesó. Si Panero se bajase de su nube sería el mejor poeta de España, pero no le interesa la fama ni los manuales de Historia de la Literatura. Su diálogo es otro. La catástrofe doméstica de Panero da su sublime poesía y ahí en su nube establece su particular diálogo con la eternidad mientras bebe convulsivamente largos vasos de leche y fuma tabaco negro como si el mundo contase su regreso al silencio. Además no esta mal eso de que una familia alumbre tal cantidad de poetas. Y ninguno malo. Todos malditos, eso sí. La enfermedad es un recurso literario, Emilio. Tú estás sano y escribes sobre cine, pero el día en que enfermes empezarás a escribir de otra forma.

Yo saco de mi estantería Así se fundó Carnaby Street y pongo de fondo música a Wim Mertens (Maximizing the audience). Nada, diez minutos. Cojo el paraguas y salgo.