Niña torbellino, no flaquees, no dejes que la rotación de los astros turbe tu dulzura, no permitas que la terquedad de las horas prorrumpa en tu alma y la desquicie, la rotación de los astros corrompe la pureza, la estraga, la pureza baila con lujuria bajo la bóveda celestial y cae fulminada y entona un delicadísimo lamento.
El lance, si bien en amor templado, devino moriencia, timbró clausura.
Dios te salve, Karlheinz Stockhausen, Dios salve tu arcángel mudable, tu voz mecánica y con aristas, tu silbo de grillo bajo la lluvia en Salzburgo.
Hoy no me apetece releer Madame Bovary, hoy no me apetece volver a Johannes Brahms, hoy sólo me satisface hacer del día una siesta larga, hoy sólo me conforta dixieland.