La verdad es que sí me gustó, pero lo primero es lo primero: ¿de qué trata Diez?
Meg y Minnie son dos amigas inseparables que, contra todo pronóstico, han sido invitadas a la fiesta de las fiestas, que da la chica popular del instituto en una enorme casa que tiene en una isla y que durara tres días. A Meg no le apetece lo más mínimo ir, pero como Minnie se muere de ganas, al final cede. Al llegar a la isla, descubren que son diez invitados en total y que, entre ellos, se encuentra el chico con el que Meg estuvo a punto de salir, pero al que dio calabazas porque Minnie está obsesionada con él y, como sufre un transtorno bipolar, Meg siempre la antepone a todo y cuida de ella constantemente.
Por si no hubiera suficiente drama, una tormenta cae sobre la casa, aislándolos en esa isla donde están solos, la dueña de la misma no aparece y encuentran un tétrico DVD que amenaza con cobrarse una venganza. Sin embargo, uno de ellos aparece muerto y sólo es el principio, pues no tardará en haber otro cadáver y Meg comprende que la amenaza iba totalmente en serio.
Lo bueno que tiene Diez es que no oculta lo que es: un remake juvenil de Diez negritos de Agatha Christie. De hecho, Diez se puede resumir gráficamente con una imagen, algo que yo no suelo hacer, pero esta vez va a ser diferente. Y como el que me dio la idea fue Yos Paranoias en su blog (que os dejo el link aquí porque mola mil), pues esta imagen va en su honor, algo que, espero, le maraville pues Diez es el resultado de juntar estos ingredientes tan dispares:
Lo mejor del caso es que esa mezcla loquísima funciona, haciendo de Diez una historia muy entretenida que se lee con facilidad y engancha. De hecho, Diez tiene muy buen ritmo, a pesar de que, entre muerto y muerto y las pesquisas de Meg, también hay espacio para los problemas adolescentes: amoríos, peleas, dudas sobre si sus elecciones de cara al futuro son correctas... Seguramente habrá quien considere todo eso un lastre, algo que resta emoción y ritmo, pero yo creo que precisamente ese componente adolescente es lo que hace de Diez algo un poquito original.
Porque no es que Gretchen McNeil se haya basado en Diez negritos, es que lo ha escrito prácticamente igual: diez personas encerradas en una casa, van muriendo una a una... Incluso el desenlace recuerda muchísimo al de la novela de Agatha Christie.
Y ahí viene una de las mayores pegas que le he encontrado a esta novela: yo ya me había leído Diez negritos. De hecho, es una de mis novelas favoritas, que prácticamente leí de un tirón porque la tensión se palpa en cada página, la autora te va desmontando tus múltiples teorías y estás deseando leer lo que va a pasar a continuación porque sabes que nadie, absolutamente nadie, está fuera de peligro.
Eso no pasa con Diez, ya que es la versión light de la historia. Gretchen McNeil no logra que su novela resulte inquietante como la original, ni siquiera el peligro hacia todos los personajes es muy real, ya que Meg es la cara protagonista y, al menos yo, tuve claro que ella sí que iba a sobrevivir. McNeil, además, no es tan efectiva como Agatha Christie y su novela resulta muy, muy predecible.
Sin embargo, como ya he dicho es entretenida, se lee de un tirón y siempre están pasando cosas y el componente adolescente le añade un interés que como novela de misterio no llega a tener.
Eso sí, la trama está muy bien llevada, los personajes no lo están tanto. A excepción de Meg, no me interesó nadie y la mayoría de personajes son auténticos clichés. Meg es una chica responsable, la típica chica no popular que, sin comerlo ni beberlo, acaba estando mezclada con todo lo que pasa en su instituto. También es increíblemente paciente y leal, lo que la lleva a cuidar de Minnie y estar ahí para ella, aunque su amiga no es precisamente fácil.
Y es que Minnie tiene un trastorno bipolar, lo que provoca que Meg tenga que andarse siempre con pies de plomo: tiene que controlar que se toma la medicación, controlarla para que no haga algo de lo que se arrepienta más tarde, incluso controlarse a sí misma para no herirla. Por eso, aunque está enamorada del chico de la historia, no se permite el estar con él para no dañar a Minnie, ya ésta está obsesionada por él. El problema es que Minnie, bipolar o no, es una zorra egoísta e histérica a la que es imposible de soportar, por lo que era muy difícil creer la lealtad extrema de Meg, ya que Minnie la trata continuamente a patadas y es tan absorbente que hasta se enfada porque Meg se vaya a ir a la universidad. Yo me pasé toda la novela, deseando que el asesino acabara con ella para liberar a Meg y, de paso, dejar de aguantarla.
El resto de personajes son bastante olvidables, la verdad, incluso el interés amoroso de la protagonista. Sin embargo, he de decir que sí que me parece que la relación está bien planteada, también ese factor imposible. Aunque, claro, él es tan soso que no es que haya sido una relación que me haya encantado, era un elemento más de la novela y no es que me haya gustado mucho. Sin más, vamos.
En cuanto al estilo de Gretchen McNeil, he de decir que me sorprendió para bien. Los diálogos y las discusiones parecen sacadas de una serie juvenil, aunque les falta chispa. De hecho, se supone que Meg es muy aguda, aunque la mayoría del tiempo se guarde esos comentarios para sí, pero en realidad no lo resulta, por más que lo repitan a lo largo de la novela. No obstante, las narraciones sí que están muy conseguidas, sobre todo aquellas que eran más tétricas y tenían que ver con las escenas más duras.
Diez es una novela que, ante todo, es tan entretenida como adictiva. Seguramente si no se ha leído Diez negritos, puede que incluso sorprenda, aunque tampoco es una novela perfecta pues los personajes no están a la altura.
El próximo lunes literario estará dedicado a... Ofrenda a la tormenta de Dolores Redondo.