Lo cierto es que una década es un período de tiempo muy extenso dedicado a la comunicación -la palabra- y al diálogo, mimbres de todo lenguaje. Un lenguaje que posibilita las interacciones y comentarios que generan muchas de las entradas publicadas. Y un diálogo que, a decir de Emilio Lledó**, se desarrolla, como pensamiento, en la mente del lector, al asumir con su propio lenguaje -el lenguaje conocido que nos constituye- las proposiciones nuevas que le suministra toda lectura, también las nuestras. Así, es factible llegar a comprender, ser capaz de “ver con los ojos de nuestras palabras los conceptos de las ajenas”. Compartir experiencias es, por tanto, dialogar, buscar, con esa estructura dialéctica de lo escrito, el sentido de las palabras y, a través de ellas, acercarse a los espacios inconmensurables del saber y el conocimiento, incluida la consciencia de cuanto se ignora. Expresado en términos menos filosóficos, cultivamos la curiosidad para despertar inquietudes y buscar un conocimiento que nos haga vislumbrar la verdad, a partir de reflexiones individuales que, plasmadas por escrito, se transforman en diálogo colectivo. Un conocimiento que se inicia por medio del lenguaje, es decir, de la palabra y el diálogo. Tal ha sido la pretensión de Lienzo de Babeldurante todos estos años.
Pero lo ha intentado con inusitado tesón. Estos diez años se resumen en más de 1.800 entradas publicadas, cerca de 120.000 visitas de páginas registradas, un centenar de comentarios recibidos y una audiencia que se distribuye, fundamentalmente, entre España, Europa, Estados Unidos y Sudamérica. Son cifras que, pese a la humildad y simpleza del blog, denotan cierta trascendencia, máxime si sus páginas no buscan ni acogen publicidad y los asuntos que aborda no persiguen el entretenimiento. Pero también confieren una enorme responsabilidad que abruma a su autor y le hace asumir una deuda de gratitud impagable con todos los “babilonios” que rastrean Lienzo de Babel. A todos ellos sólo podemos expresar nuestro reconocimiento más sincero y darles las gracias por permitir que durante una década hayamos podido participar de esta fascinante aventura de comunicación y diálogo.--------*: Poema La Sima, Miguel de Unamuno.**: El surco del tiempo, Emilio Lledó.