Revista Cultura y Ocio

Diez años después del 11S o el 9/11 no se puede decir que las cosas van bien

Publicado el 09 septiembre 2011 por Noblejas

Twin

Diez años después del 11S o el 9/11 no se puede asegurar que las cosas van bien.

Esto publica Brendan O’Neill, editor de Spiked:

Hay muy poco que decir acerca de los acontecimientos del 9/11, excepto que fueron actos horribles. 

Sin embargo, en el décimo aniversario, lo único que nuestras élites políticas y los medios de comunicación quieren hacer es centrarse en lo que sucedió ese día: se han dado a conocer nuevas grabacionesde de voz y los supervivientes están siendo entrevistados por enésima vez.

Esto puede ser visto como una forma de evitar discutir sobre la importancia real del 9/11: una manera de actuar que agrava las actuales tendencias políticas retrógradas que tenemos en Occidente. 

O'Neill es un autodeclarado ateo libertario, cuasi-marxista, pero no deja de tener razón en observar esta insana propensión estadounidense y occidental a mirar hacia atrás, en vez de mirar -al menos un poco y con optimismo- hacia adelante.

Esto dice, entre otras cosas, Alain Gresh en Le Monde Diplomatique

(...) Diez años después de declarar "la guerra contra el terrorismo", con el objeto de erradicar todas las posibles amenazas para USA y Occidente en general, por parte de Estados "matones" o malos", se ve que esta guerra se ha perdido.

Y la retórica belicista de Estados Unidos disminuye. Deben retirarse de Irak a finales de año, dejando detrás un país devastado con un gobierno dividido y corrupto, que está más cerca de Teherán que de Washington.

En Afganistán, a pesar de las declaraciones quitando importancia a las cosas, el ascenso de los talibanes parece irresistible, mientras Pakistán se sume en un estado de crisis.  En cuanto a Al Qaeda, si bien su líder Osama bin Laden y muchos de sus principales líderes han sido asesinados, la organización se ha extendido por el norte de África, en Yemen, en Nigeria, etc.

El precio de estas guerras, pagados sobre todo por las personas que fueron víctimas, también pesa sobre los EE.UU. y sobre Occidente en términos más generales, de dos maneras.

Por una parte, está el desafío a las libertades que, en nombre de la lucha contra el terrorismo, ha legalizado la tortura, el secuestro, los asesinatos ilegales de personas concretas, las escuchas telefónicas igualmente ilegales, etc. Son prácticas que se han extendido a pesar de la elección del presidente Barack Obama como se pone de manifiesto con el mantenimiento de la prisión en Guantánamo o el uso mortífero y sin restricciones de aviones no tripulados.

El terrorismo se ha convertido en una especie de cajón de sastre, o de amuleto, usado como concepto-excusa por parte de los Estados, para justificar sus políticas represivas. (...)

(...) Por otra parte, las guerras provocadas por Washington han costado mucho dinero, entre 3.000 y 5.000 millones de dólares en los Estados Unidos solamente, según dice el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz. 

Han acelerado el estallido de la crisis financiera (también favorecido por los regalos a los bancos) y reducido el margen de maniobra de los Estados. A pesar de tratarse de una situación sin precedentes, los estadounidenses parecen tener pocos recursos económicos para reactivar su economía y luchar contra el desempleo.
Diez años después de los ataques contra el World Trade Center, somos testigos del relativo declive de los Estados Unidos, que ahora se enfrenta con el ascenso de China, India, Brasil, Sudáfrica, etc., cosa que caracteriza la situación mundial.

El 11 de septiembre no habrá sido más que una etapa en este cambio de inclinación del mundo.

Está claro que la firma y la publicación que le acoge no es precisamente de tipo conservador, y está también claro que no es la única manera de ver las cosas. Y que hay otros aspectos destacables, desde luego. Pero pocos en su sano juicio pueden negar lo dicho por O'Neil y Gresh.

Y desde luego queda la piedad y conmiseración por los bomberos que murieron subiendo por las torres cuando todos los que podían bajaban corriendo las escaleras. Y la piedad y conmiseración por los que murieron y allí trabajaban y por los pasajeros de los tres o cuatro aviones. Y la piedad por sus familias y amigos, y la conmiseración por todos nosotros -testigos o no- supervivientes.

Y queda también la piedad de lo que escribí aquí mismo, hace cinco años: 11 septiembre, cinco años después de las torres gemelas.

De la piedad y la oración por vivos y difuntos puede surgir una mirada optimista hacia adelante, siempre que haya propósito de la enmienda -y no falso orgullo y empecinamiento- por las cosas mal hechas como consecuencia -o simplemente después- del 11S o el 9/11.


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