Diez cosas que las personas en el espectro autista estamos cansadas de escuchar

Publicado el 06 julio 2019 por Carlosgu82

Aquellos que estamos en el espectro autista (también llamados simplemente personas autistas, personas TEA, etc.) vivimos con nuestras propias dificultades,  desafíos, tareas y rutinas, tanto en la casa como en situaciones sociales de la vida cotidiana. Propias de cada uno son las pasiones, las dificultades a sobrellevar, las batallas internas y las características personales; sin embargo existe, entre otras, una problemática que nos afecta de múltiples formas a prácticamente todas las personas en el espectro. Se trata de los juicios de las personas neurotípicas (neurotípico: persona que no está en el espectro) y, especialmente, de sus desafortunados comentarios (ya sea por maldad, inflexibilidad, o simplemente por ignorancia).

Lo que verás a continuación, son cosas que tanto yo como otras personas autistas escuchamos (algunas se aplican a mi experiencia, y otras son comentarios que observé hacia otras personas) y que quisiéramos no tener que oír nunca más.

  • “No. Tú no puedes ser autista”

Es muy frecuente escuchar esto, a menudo acompañado de múltiples justificaciones (algunas más absurdas que otras). No existe una duda, sino una convicción de que no somos lo que decimos ser. Ser dubitativo sería algo tolerable tal vez, ¿pero esa seguridad tan firme de que recibimos un diagnóstico erróneo? Parece que todo este tiempo estuvimos tratando con profesionales de la salud mental y no nos lo contaron.

  • “No entiendo como puedes ser autista, yo veo que hablas normal”

Esto no hace más que denotar ignorancia. El autismo, como ya sabemos, comprende un espectro. De los casos más leves (como el mío) hasta los más severos, y son (buena parte pero no la totalidad) estos últimos los que presentan la ausencia del habla o deficiencia en la misma. En el caso del Síndrome de Asperger (diagnóstico que yo he recibido), algo muy común es la hiperlexia (adquisición temprana de la habilidad para leer y escribir) y, si bien esto puede llevar a que el niño no hable mucho, no implica que no pueda hacerlo. Incluso se da el empleo de un vocabulario muy avanzado para la edad, la utilización de un lenguaje demasiado correcto y otras peculiaridades, pero todas deberían dejar en claro que el autismo no es igual a ausencia del lenguaje.

  • “Yo conozco a tal persona que también es autista y tú no te pareces en nada a ella”

Hay una frase que nos vemos obligados a repetir hasta el hartazgo, esa frase es “si has conocido a una persona con autismo, has conocido a una persona con autismo”. Así como no existen dos personas neurotípicas iguales, tampoco existen dos personas autistas iguales. A menudo, el no poseer un síntoma en particular lleva a que la gente dude de nuestro diagnóstico.

Y también aquí toman protagonismo los prejuicios. Una vez un “psiquiatra” me dijo que le parecía raro que yo tuviera novia a los 13 años (aclaro que era una relación a distancia y que fue muy difícil de llevar) y que, tanto por eso como porque yo usaba redes sociales, yo no podía estar en el espectro. Lo peor es que esa gente es visitada por personas a quien le confían sus problemas… siento pena por ellos.

  • “No te pongas autista conmigo”

Además de ofensivo e intolerante, esto resulta discriminatorio. Primero que nada, nosotros somos autistas, no “nos ponemos” autistas. Está en nuestra esencia y es parte de nuestra persona. Segundo, no tenemos por qué dejar de ser quienes somos o reprimir nuestras actitudes sólo porque otro nos lo pide. ¿Por qué hemos de actuar como neurotípicos e intentar pasar desapercibidos, en lugar de simplemente ser nosotros mismos? Es injusto. No queremos estar cerca de gente que nos exige fingir ser lo que no somos, y que se molesta cuando no llevamos una máscara.

  • “Yo no hago diferencias contigo, para mí todos son iguales”

Bajo una fachada de igualdad, este comentario denota falta de empatía y una resistencia a la comprensión. Aclaremos algo: una cosa es no discriminar, lo cual está perfecto (y es lo que, por otra parte, todos deberíamos hacer); pero otra cosa muy distinta es ignorar a la otra persona cuando habla de dificultades que tiene que llevar, de comprensión que precise acerca de cierto tema, de la necesidad de un poco de paciencia y ayuda, y demás aclaraciones que recaen en oídos sordos. Alegando que “dar un trato diferente sería discriminar”, algunas personas se rehúsan a escuchar cuando les pedimos ayuda y hacer algo al respecto, como si “quisiéramos ser discriminados”.

Un ejemplo de esto podría ser un maestro que se niega a ayudar a un alumno que tiene dificultades para concentrarse o que tiene problemas para acercarse a sus compañeros. Ante estas situaciones, nos quedamos solos. La falsa “no discriminación” se convierte en “anti-inclusión”.

  • “Yo no tengo por qué ayudarte ni cambiar, eres tú quien debe adaptarse”

Cada vez nos adentramos más en el corazón de la insensibilidad. Esta idea es la misma que la del punto anterior, pero en esteroides. La fachada se cae y nada más se observa la ausencia total de empatía (que ¡ojo!, muchas veces nos la achacan a nosotros) y el absoluto desinterés por nuestro bienestar. Lo único más directo que esto sería decir “no cuentes conmigo, no me interesa ayudarte”.

  • “No es para tanto” / “Qué sensible eres” / “Deja de actuar” / “No exageres”

¿Ya mencioné la falta de empatía? Demostrando que siempre se puede ser más desconsiderados, comentarios de este tipo los oímos a montones. Es sabido que las personas TEA tenemos una percepción diferente del mundo, y en algunas situaciones esta percepción puede ser intensa hasta el punto de lo insoportable (por ejemplo, el rechazo al contacto físico, tolerancia muy alta/baja al dolor, hipersensibilidad, miedo a salir de casa, tendencia a sobredimensionar escenarios aparentemente malos, rechazo a lugares demasiado concurridos o a ruidos muy altos, etc.) y no afectan a la mayoría de los neurotípicos. Sin embargo, esta percepción diferente que tenemos respecto a ciertos estímulos o situaciones es, a menudo, incomprendida. Se puede ser muy hiriente en estos casos, y por desgracia son la clase de comentario desafortunado que podría provenir hasta de nuestros seres queridos.

  • “¿Y no se puede curar?” 

Oye, el autismo no es una enfermedad. Si no estás enfermo, no puedes curarte. ¿Por qué crees que necesito una cura?

  • “El error de tus padres fue no saber educarte”

Sí, existe gente que cree que todo es un capricho, y que no existe tal cosa como el espectro autista. Si los padres son comprensivos, los consideran “muy permisivos” y que debieron darle “un par de bofetadas” a su hijo para educarlo. Esto suele darse cuando tenemos una actitud socialmente inadecuada (no a propósito, sino a partir de nuestros problemas para actuar correctamente en estas situaciones), de debilidad ante cierta adversidad, o timidez (ante lo cual, somos tachados de “maleducados”).

  • “No me gusta que me vean contigo, es que eres raro”

Creo que esto se explica por sí solo. Esto es simplemente ser mala persona y no entiendo cómo alguien puede tener el tupé de decir una cosa como esta. Pero nos las dicen, y rara vez es sólo una persona. A veces crees que estás haciendo un nuevo amigo, y de su boca sale esta aberración. No, gracias.

Estas son solo algunos de los comentarios que estamos cansados de oír las personas en el espectro. No todas están relacionadas a una mala intención, pero si tratas con alguien como nosotros, ya puedes tener una buena noción de las cosas que nos molestan de sobremanera y que entiendas por qué son tan reprobables.. Con esto, sólo busco echar un poco de luz acerca de nuestro día a día y compartir con mis lectores lo difícil que puede ser tratar con otras personas cuando hay que lidiar, entre otras cosas, con este tipo de prejuicios.