Llegue valiente a casa una vez más, sin derramar una solo gota de una gran tormenta que estaba en mí. Me senté en mi cama y abrace a mi almohada mí siempre confidente y me exprese, creí que tal vez debería hacerlo y decirle lo que había sucedido.
Y es que era por ella, las mil y un sensaciones que pasan por mi cuerpo, por mi cabeza, por mi mundo se han vuelto por ella. Y no entiendo porque caemos en ese vicio tan delicioso de sufrir, de aguantar y vivir tan solo de momentos cortos de felicidad, el amor no es de momentos y debería de existir alguna materia en la escuela que hable de eso, creo yo que muchos no aprobaríamos aun así.
¿Por qué? ¿Por qué me mira y me dice que me quiere? ¿Por qué le creo?
En sus ojos veo verdad, veo amor, noto la más viva expresión de amar, pero un día después esta con alguien más, sin importar que yo me hunda en soledad, que me la pase pensativo, ansioso y desorbitado imaginando cada palabra que pasa por su mente, cada acción que realiza. Y es que nos volvemos unos locos tratando de querer a alguien que no nos va, que nos usa tal cual una simple niña pequeña a una muñeca de estambre, el amor es de valientes pero si no te ama, si no te corresponde.
Ella debe tener un gran poder en mí, un poder que nadie más tiene porque nadie más me tiene más fácilmente, podría vivir millones de historias con millones de hombres más, yo podría explotar de coraje por saber de esas historias, la odiaría en ese momento, no quisiera verla jamás, pero si sonara mi teléfono y fuera ella sin dudarlo la volvería a amar.