Difuntos y ÁnimasMaría Jesús Mayoral Roche Cementerio de ...

Publicado el 01 noviembre 2013 por Chus

Difuntos y Ánimas
María Jesús Mayoral Roche  
 

Cementerio de Carcassonne


Amato Fabio:
   Tras conocer la trágica noticia de la muerte de Claudio, tu mejor amigo, te has recluido en una casa de la Toscana. Quiereshuir del dolor, pero el dolor está dentro de ti. No tienes consuelo, los buenos recuerdos, los ratos vividos junto a él se apoderan de ti en estos momentos y te duelen en lo más hondo de tu ser. Cuando la muerte se lleva a un ser querido, una parte de nosotros muere también, algo nuestro se va con él. Tu amigo ha muerto, pero nosotros no sabemos cuánto vamos a vivir. Piensa, que los héroes y los mitos murieron jóvenes.   Ha muerto tu primer gran valedor, tu única compañía de la infancia. De niños, él defendía tu fragilidad frente a la cruel tiranía a la que te sometían tus compañeros, que te despreciaban porque eras delgaducho y pálido, porque sabían que no podías volverte contra ellos. Malo es ser débil y mucho más parecerlo. Eras inocente, te acusaban de no hablar, de no hacer travesuras y te llamaban cobarde. Los inteligentes no son cobardes sino cautelosos, prudentes. Escapabas de los gritos, de los enfrentamientos, vivías en tu mundo; ese mundo que la imaginación nos reserva ya desde niños y nos aleja del real porque nos parece minúsculo, insignificante. Ellos no podían comprenderte y tú, sin saberlo, eras un privilegiado en tu universo de personajes ficticios y hazañas imaginarias.   No maldigas la vida ni la muerte, para muchos es lo mismo. ¿Cuántos muertos hay entre los vivos? ¿Cuántos después de muertos siguen todavía vivos? El paso del tiempo, dicen, que lo borra todo; pero para los que amamos intensamente, no habrá un día en el que no recordemos a aquellos que han formado parte de nuestra existencia dejándonos su legado particular.    Si te sirve de consuelo: dedica tiempo a tus muertos más queridos, coge sus fotografías y habla con ellos en tus momentos más bajos. En mi dormitorio sobre una vieja cómoda descansa una colección de fotos en sepia de mis antepasados, a algunos ni los conocí; pero es tanto lo que sé de ellos a través de los relatos de mis abuelos, que los quiero casi tanto como a ellos. Porque muchas veces no sólo quieres a los que te quieren, sino también a los que ellos han querido. Todas las noches, antes de apagar la luz, dedico la última mirada del día a esos retratos para pedirles que protejan mis sueños.   Claudio fue tu defensor, el que te alivio en tantas ocasiones de una pesada carga, tu paño de lágrimas, el consuelo en tu desolación: seguirá estando a tu lado, no lo dudes. Volverás a pedirle consejo y razonarás de la misma forma que lo haría él, escucharás su voz.   El tiempo borra lo malo, lo desagradable, lo que no es digno del recuerdo. Lo bueno y los buenos siempre prevalecerán, Claudio estará siempre contigo.   Cuando frecuentaba la biblioteca del Ateneo me gustaba hacer un alto en el trabajo, y bajar a la Cacharrería para fumar un cigarrillo frente al retrato de Séneca, hablaba con él y me parecía sentirlo a mi lado; me volvían al pensamiento las frases, consejos y ejemplos que tan magistralmente supo plasmar en su obra. Si me sentía agobiada, me repetía a mí misma su lema estoico: soporta y renuncia. Lee “La consolación a la madre Helvia”, quizás veas las cosas de otra manera, la resignación como consuelo puede ser una pobre solución al sufrimiento; pero siempre hay un sitio para la esperanza. La vida sigue para los vivos, debemos continuar el camino emprendido: solos o acompañados,tristes o felices.   Recuerda a tu amigo cuando te llevaba esa cartera con la que tú no podías, piensa que él te seguirá ayudando. A los buenos la vida siempre les reserva lo mejor y en la muerte, forman parte de una reserva especial que nos protege. Tú mismo lo notarás, incluso puede que lo sientas a tu lado.   Más de una vez he sentido de cerca a alguno de los míos, particularmente a mi abuelo paterno. Cuando era pequeña y mis padres se ausentaban, él me cuidaba; su espíritu dormía en la planta baja de la casa y yo en la segunda. Mis padres cerraban la puerta y yo le decía: abuelo otra vez nos han dejado solos. Él me contestaba: no te preocupes pequeña.   Sé que estás llorando, no quiero que llores. Que no te hieran los recuerdos, que tu garganta no se ahogue por el dolor. Claudio, ese amigo que tuviste de niño, se ha convertido en tu madurez en el amigo imaginario que te faltó en tu infancia. Piénsalo así.   En estos momentos me apena no estar a tu lado. No te aísles del mundo ni te encierres en ti mismo, no se puede huir del dolor.
   Un forte bacio.
Fragmento de mi libro Cuore Ingrato (sin publicar)