Dijimos que ‘nunca mais’ y aquí siguen

Publicado el 16 octubre 2012 por Carmentxu

Tampoco han cambiado tanto las cosas de como lo estaban hace diez años, cuando el Titanic (perdon, quería decir el Prestige) se hundía frente a las costas gallegas, mientras la orquesta sonaba desentonada intentando tranquilizar a los pasajeros con comparaciones para que pudieran entenderlas los niños, que de eso se trataba y así nos trataban y siguen haciéndolo: son solo hilillos, unos hilillos de nada, como de plastilina… Y con eso se quedaron muchos hasta que a base de hilillos se formó un descomunal chapapote (una palabra que aprendimos por aquellos tiempos, de la misma manera que ahora hemos aprendido la compuesta prima de riesgo). Frente a las costas gallegas, se produjo el mayor desastre ecológico de la historia.

Foto: Francisco Javier de las Heras

La tragedia del Prestige todavía no ha acabado y sigue ahora despidiendo hilillos de negrura en el mar. Porque el Prestige no es otra cosa que la constatación de la torpeza encumbrada a las más altas esferas de poder, de la falta de miras, de la ineptitud que sigue y persigue hoy más que nunca. Nunca una decisión táctica tuvo tan poco tacto, optando por una no-decisión basada en criterios políticos de avestruz desconocedores de la bravura de la mar cuando se la agravia con desperdicios tóxicos. La opción elegida entonces se concretó en alejar el problema, en esperar en un coto de caza o pescando en otras aguas lejanas, más tranquilas como las del Mediterráneo, en dejar que las aguas bravas se lleven el problema de la misma forma que lo trajeron, esperando el azar como quien espera que la Virgen eche un capote para acabar con el paro.

Poco, apenas otro hilillo, ha cambiado desde entonces. Fue la labor de los voluntarios la que limpió las costas recogiendo el chapapote a puñados. Ahora, tras una inversión de algo más de un millón de euros para acondicionar la sala donde se celebrará la vista, se abre el juicio contra los responsables: el capitán griego, ya septuagenario, dos oficiales del barco y el entonces director de la Marina Mercante, el único alto cargo español imputado. Mientras, los políticos de entonces, que son los de ahora, siguen de rositas imaginando nuevos eufemismos para glosar el desastre como quien explica un cuento a un niño para que se duerma. Un día, hace casi diez años, empezamos a decir Nunca mais. Y seguimos.