Dudo por pudor si extenderme sobre lo que oí, pero tampoco es necesario. Agradezco el valor de no callarse algo así. No estamos acostumbrados a decir y que nos digan según que cosas sin exponernos a ser malintepretados.
Debió parecerle que estaba preparado para escuchar. Creo que sí. No me inmuté en exceso, pero reconozco que sus palabras regaron por completo mi alma, algo más necesitada de lluvia de lo que estoy dispuesto a reconocer.
Me pareció una excelente compulsación de mi carácter. No soy perfecto, sabe Dios y los mortales que más me conocen hasta que punto no lo soy. Pero hay pepitas de oro en mi manera de ser. Algunas las tengo de nacimiento, otras las he ido encontrando con el paso de los años. Todas necesitan ser pulidas, custodiadas y usadas tan oportunamente como se pueda. Esa sí es mi responsabilidad.
Ahora que no me cabe duda de que alguien valora lo que soy tengo una razón más para insistir en lo que creo. En sonreír, saludar, escuchar, actuar, interesarme, volver a sonreír y fluir en todo ello y en lo que se me va ocurriendo tanto como sea preciso, ejerciendo de maestro de la ceremonia vital y administrador del ambiente que me rodea a falta de una opción mejor. El sentido de la oportunidad, junto con el de la proporción, son de los más difíciles de adquirir si no se tienen de serie.
Gracias A. por tu regalo. Eres a tu vez un ser distinto. Me haces tanta gracia. Siempre tienes algo ameno que contar con una gestualidad digna de un dibujito animado, la bailarina de los cuentos que veíamos de pequeños y con la que soñamos siendo adultos hasta el fin de nuestros días.