Llega la hora de cenar. Sé que puede transformarse en un caos familiar o en un momento de alegría. El menú que elijo tiene mucho que ver con lo que va a pasar en los siguientes minutos. Cuando estoy cansada o no tengo ganas de entrar en peleas imposibles, selecciono algo que nos guste a todos.
Soy de las que cree que los chicos tienen que aprender a comer de todo, cambiando de marcas, de estilos y hasta de puntos de cocción. Cuando salgan al mundo y tengan que comer “lo que hay”, quiero que estén preparados.
Intento inculcar hábitos saludables y es una tarea diaria donde no todas las estrategias funcionan. Los niños se pueden clasificar según el siguiente esquema. ¡Pero cuidado! Lo más seguro es que pasen de un estado o a otro cuando menos lo esperes.
El niño artista:
Le gusta la combinación de colores y presta atención a la ubicación de cada alimento en el plato. Lo vas a ver alineando, observando, cambiando las cosas de lugar, agregando rojos, amarillos o verdes, decorando con panes y seguramente usando la mesa como parte del espacio para terminar su obra de arte. Son los que pueden jugar con las texturas y usan sus manos (todo su cuerpo, la silla, la mesa y cualquier cosa que hayas dejado por ahí) para darle vida a la creación. Disfrutan la comida desde otro lado, digamos.
El niño no, no y no:
A todo le dice que no. La comida está hecha con la mejor intención, pero no hay nada que le venga bien. Cuando preparabas la papilla triturando todo lo que pasaba por tus manos, no tenía problemas. Y ahora solo quiere hamburguesas con tomate. Ya viste todos los tutoriales, probaste seria, enojada, contenta, haciendo el avioncito y no pasó nada. Para él, la comida no importa y hasta no es necesaria. Se pregunta por qué hay que comer todos los días y aclara: “¡Yo ya comí ayer!”.
El niño que todo lo quiere:
Quizás tengas el otro extremo, el que desea todo lo que hay en la mesa: le pones pulpo, pasta, lo que sea, y se lo come sin protestar ni preguntar qué es. En general de estos hay pocos y es raro que sea el hermano mayor. Es más común que sea así un segundo o tercer hermano que ya lucha desde otro lado, come lo que hay, lo que venga y te pide más. Es el niño ideal para los padres que se preocupan mucho por lo que comen sus hijos. ¡Aprovéchalo mientras dure!
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