No soy supersticioso, más bien creo que el número 13 da suerte (supongo que es herencia famiiar) y el penúltimo de la temporada de "mi OSPA", con quien llevo casado los mismos años que con mi esposa, volvió a resultar excelente, en la línea emprendida de ofrecer programas con solistas de primera, obras nuevas sin olvidar el aspecto didáctico, y el repertorio sinfónico habitual, esta vez todo del siglo XX que resulta cercano a muchos de los asistentes, este viernes mucho menos de los habituales y algo preocupante. Tampoco se olvidaron de un centenario que no resulta tan mediático como los de Verdi y Wagner pero que acabará teniendo más hueco este mismo año: Benjamin Britten (1913-1976).
Me gustó el estilo del británico Gamba precisamente por su claridad de ideas, dejando que los profesores pusiesen su buen hacer habitual, con pocos refuerzos y algún coprincipal de solista en el penúltimo de la temporada. Maestría y veteranía desde la dirección al conocer que del juego con los matices siempre extremos, válidos por las obras programadas, resultan tímbricas llenas de colorido que amplían una paleta orquestal irisada como nunca.