Director: John Llewellyn Moxey
1960
Gran Bretaña
76 min.
Fotografía: Desmond Dickinson
Música: Douglas Gamley
Guión: George Baxt y Milton Subotsky
Reparto: Dennis Lotis, Christopher Lee, Patricia Jessel, Tom Naylor, Betta St. John, Venetia Stevenson, Valentine Dyall
Toca quitarle el polvo y extender los metros de celuloide añejo de una de esas películas olvidadas, que sin suponer ninguna clase de obra maestra perdida si merece una buena salva de aplausos, tanto por la elegante manera en la que supera su pobreza presupuestaria, convocando la seductora y misteriosa puesta en escena de las producciones de Val Lewton, compartiendo además el regusto legendario y atávico de estas, como por la original manera de acercarse, o referirse, al universo del terror propio de H. P. Lovecraft. La película es, claro, The city of the dead dirigida en 1960 por John Llewellyn Moxey y también conocida como Hotel Horror y es uno de esos títulos perdidos en el marasmo de las producciones independientes norteamericanas y británicas de los últimos 50 y primeros 60 que justo ahora comienzan a revalorizarse o directamente a conocerse, trabajos de una asombrosa audacia formal y/o conceptual que si bien corren el riesgo de pasar de una extremo al otro, es decir del total ninguneo a la adoración sin medida no es menos cierto que merecen su porción de entusiasmo y defensa acérrima.
Títulos ignorados ayer y de culto hoy como el tétrico carrusel triste del Carnival of souls (1962) de Herk Harvey o la desoladora negrura del hard-boiled existencialista de Blast of Silence (1961) realizado, escrito y protagonizado por Allen Baron, director preferentemente televisivo que compartió créditos con Moxey en las obras completas sobre el intrépido periodista de lo oculto Carl Kolchak, génesis de esa rareza de la televisión de los 70 titulada precisamente Kolchak: the night stalker e igualmente protagonizada por un inconmensurable Darren McGavin. Moxey se encargó de The night stalker en 1972 y Dan Curtis de su secuela un año posterior, The night strangler, ambas bajo guión nada menos que de Richard Matheson mientras Baron firmó cuatro de los veinte episodios emitidos entre 1974 y 1975 (donde el fundamental David Chase ejercía de guionista, por cierto), compartiendo créditos con directores como Gordon Hessler o Vincent
Pero aunque Moxey sea un director curiosos y un fenomenal representante de la historia de la televisión norteamericana no creo que sea en ningún caso la figura primordial de este film, sino más bien una pieza más de un mecanismo colectivo en el cada cual tenía su función. Entre estas pequeñas piezas dentadas que se empujan unas a las otras se encuentran sus dos guionistas, George Baxt que un año antes había escrito la muy curiosa Circus of Horrors contando con el protagonismo del gran Anton Diffring y la dirección del televisivo Sidney Hayers con quien repetiría en 1962 en otro film de temática nigromante, Burn, Witch, Burn! (aka: Night of the eagle), co-escrito a seis manos con el imprescindible y ubicuo Richard Matheson y con Charles Beaumont, colaborador de Roger Corman en La obsesión (1962), en The intruder (1961)
Al igual que Moxey, Baxt y Subotsky se había iniciado en la televisión a finales de los 40 y principios de los 50 aunque el primero lo haría en Inglaterra y los otros dos en Estados Unidos, incorporándose rápidamente el director a un extraordinariamente activo mercado USA que en muchos aspectos comenzaba a recoger el testigo de la producción “b” de los estudios. Una larga época (entre estos inicios y mediados de los 70) llena de sorprendentes hallazgos, riesgo e ingenio. Apasionante de historiar y extraordinariamente compleja de rastrear (valga el laberinto de nombre e interferencias consignado arriba) debido al colosal hormiguero de profesionales que entrecruzaron sus carreras en uno u otro momento y en el que realmente sorprenden los nombres y personalidades que se pueden encontrar trabajando en y por este espl
Pero paradójicamente este film será rodado en Inglaterra y bajo bandera británica aunque sus responsables trabajaran en ese momento en los USA y la misma historia no solo se ambiente en Nueva Inglaterra sino que beba a conciencia de la imaginería propia de las brujas de Salem y del gótico americano.
A todo esto hay que añadir un impulsor más: Christopher Lee, hasta donde he podido saber nada más que actor aquí, dando vida un profesor universitario con debilidades por las ciencias oscuras que impresiona a una d sus jóvenes estudiantes hasta el punto de que esta decide investigar los sucesos que terminaron con la ejecución en la hoguera de Elizabeth Selwyn (sensacional Patricia Jessel, actriz eminentemente televisiva a la que solo recuerdo por un papelito en un capítulo de El Prisionero y por su
Estos son los hombres que nos llevan a través de ese pueblecito perdido en el tiempo, pozo de satanismo y malignidad subyugante que permanece inalterable bajo el poder de la brujería (justo encima podeis ver el paseo completo). Un film pequeño y algo desequilibrado, un tanto desafortunada en algunos aspectos (especialmente los personajes del hermano y novio de la protagonista, estúpidos y horriblemente interpretados) que se adueña al instante del requiebro narrativo, y de algún que otro elemento más, de Psicosis con mucho garbo (lo que certifica el impacto de la obra maestra de Hitchcock estrenada apenas unos meses antes) y se sostiene, sobre todo, en un sensacional trabajo visual, a veces tan extraordinario, tan sumamente elaborado que está al borde del exceso enfático.
Hipnótico en cualquier caso, brilla con un encantamiento singular de una niebla densa que cubre como un manto irreal todo el pavimento en los aterradores nocturnos del pueblo, tomados en planos levemente inclinados y poblados de figuras humanas bien poco hospitalarias (notablemente conseguida sensación de deja vu durante el paseo del hermano) que reproducen una especie de siniestro simulacro de normalidad (¿puede intuirse una posible influencia sobre el mundo zombi de Romero?) y en momentos de puro cuento perverso como la búsqueda de un pueblo literalmente fantasma, una suerte de Brigadoon diabólico, por parte de la protagonista, la llegada al motel, el encuentro con el cura en una igles
En definitiva, un obra a (re)descubrir de la que no quiero destripar demasiado (prefiriendo en esta ocasión un enfoque más historiográfico que literario) y que, nueva confluencia, propone un prólogo antológico que incluye una extraño efecto de rebobinado: la cremación de la bruja protagonista por parte de una turba de aldeanos que antecede en su estética e intenciones a la apertura de La máscara del demonio, filmada también en 1960 por el fundamental de Mario Bava y viga maestra del gótico italiano.
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