Dionisio ridruejo

Por Ada
El poeta Dionisio Ridruejo (Burgo de Osma, Soria, 1912 – Madrid, 1975) fue un jovencísimo dirigente de la Falange Española, escribió varios de los versos del himno Cara al sol y desempeñó el cargo de Director General de Propaganda franquista durante la Guerra Civil de 1936-1939. Sin embargo, muy pronto se opuso al régimen de Francisco Franco, fue confinado, padeció cárcel, luchó a favor de un sistema democrático y fundó un partido político socialdemócrata. Su libro Casi unas memorias (Península; Barcelona, 2007) es de gran belleza, hondura y honradez. La obra poética de Ridruejo comprende los volúmenes Plural y singular (1935), Primer libro de amor (1939), Poesía en armas (1940), Fábula de la doncella y el río (1943), Sonetos a la piedra (1943), En la soledad del tiempo (1944), Elegías (1948), Hasta la fecha (1962), Cuaderno catalán (1965), Casi en prosa (1972), En breve (1975).
Fragmento de Casi unas memorias:
EL NEGOCIO DE MI PADRE era de tejidos y ferretería pero, como es corriente en los pueblos, tocaba otros artículos –mercería, juguetes, muebles- a excepción de los coloniales. La Banca era una corresponsalía del negocio de Soria aunque debía tener alguna actividad independiente. Por lo que me han contado muchos viejos que conocieron aquellos tiempos, esta actividad bancaria fue remedio eficaz contra la plaga de la usura que esquilmaba la comarca. Imagino que mi padre fue bastante decente en estas materias pues he conocido bastantes personas agradecidas a su memoria. Aun en época reciente, al salir yo de la cárcel adonde me llevó un proceso político, vino a verme un viejecillo de San Esteban de Gormaz, padre de uno de mis carceleros. Era un tipo notable, pequeño, seco, ardiendo en una especie de llama autoritaria, parco en palabras, digno hasta el envaramiento. Venía a saber si su hijo se había comportado conmigo tal como él le había ordenado que lo hiciera pues se consideraba –cincuenta años después- deudor de mi padre “que le había salvado de la ruina y del deshonor”. Por otra parte recuerdo que en la caja de caudales que había en casa aparecieron, años después de la muerte de mi padre, multitud de recibos que él había retirado de la Banca y denunciaban créditos sin ninguna garantía efectiva. Mi madre los quemó y la quema fue una pequeña fiesta para nosotros que nos pareció que perdonábamos algo importante.
¿Cómo era mi padre? Aparte las imágenes fotográficas no conservo de él más que recuerdos muy aislados, mis primeros recuerdos sin duda. Unas imágenes quietas como estampas: mi padre enseñándome cómo se pesaban unas monedas de oro en una balanza sutil; sentado en un sillón del comedor que tenía esculpidas dos cabezas de perro en los brazos; sentado en su despacho –la caja de caudales a fondo- quitándome suavemente un pañuelito con el que yo intentaba jugar; un abrecartas toledano que tenía como empuñadura una especie de sota de copas; mi padre, en fin, extendiendo los brazos para recibir un triciclo pequeñísimo –mi primer triciclo- que estaban descargando de un carro con toldilla. El triciclo venía de Bilbao adonde la familia iba a tomar baños al mar, seguramente por consejo médico. Este recuerdo debe de ser ya muy próximo a la muerte de mi padre. Y corresponde a su muerte mi recuerdo infantil más vivo. El de su cadáver bien compuesto sobre una alfombra rodeado de flores, en el centro de un saloncito con muebles de ébano negro estilo Alfonso XII. Imitando a los mayores me acerqué a él y me puse de rodillas. Me arrancaron bruscamente. Otra imagen de aquel día es la de mi madre, muy joven, con una blusa blanca muy almidonada y peinado alto. Lloraba. Cerca había un velador lleno de esquelas funerarias, aquellas amplias esquelas con gran franja negra que servían para anunciar las defunciones. No recuerdo más. Pocos días antes había cumplido los tres años.
DIONISIO RIDRUEJO
Fragmento del libro Casi unas memorias (Península; Barcelona, 2007).
Imagen: elpais.com