Ayer me decía un amigo: "Internet es Dios". No se me asuste nadie. Dicho así, parece una barbaridad, pero, en el transcurso de la conversación, íbamos poniéndole acotaciones a esa afirmación y nos dábamos cuenta de que está en todas partes, que nos deja libre albedrío (de todo hay por ello, bueno y no tanto), que es intangible, que es la conciencia y no la apariencia lo que "gobierna" este tipo de comunicación...
Es un lugar al que acudimos para volcar nuestras penas y compartir nuestras alegrías, en el que ofrecemos, pedimos y agradecemos... Un espacio propicio para desarrollar nuestro talento y creatividad sin intermediarios, abierto al mundo.
En el programa Torres y Reyes de TV2, el pasado jueves, alguien decía que era el único concepto que, como Dios, no llevaba artículo.
En todo caso, y sin sacralizar Internet, promueve el aprendizaje, colma muchos vacíos de personas necesitadas, simplemente, de hablar; expande la plenitud de otros y hace posible la conexión, de tú a tú, sin importar raza, condición social o cultural... Ha creado un mundo sin fronteras, salvando las excepciones (no digo que pocas), enfocado al bien.
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