Pablo nos muestra el propósito específico de Dios en nuestros tiempos de profunda y oscura prueba: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.
Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación. Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación y salvación, la cual se opera en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos. Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación” (2 Corintios 1:3-7).
¿Puedes ver el propósito de Dios aquí? En medio de nuestras aflicciones, el Espíritu nos consuela. Y a cambio, somos capaces de traer consuelo a otras personas que sufren profundas aflicciones. Esta es la obra del Espíritu: Traer consuelo a Su pueblo a través de las voces que han sido probadas. Por lo tanto, podemos saber que mientras nuestro propio sufrimiento empeora, el consuelo del Señor se torna aun mayor dentro de nosotros.
Hay dos queridos hermanos en nuestra lista de correo ministerial llamados Israel e Isaí. Israel tiene 100 años de edad e Isaí tiene 102. Uno dejó de trabajar a los 92, el otro a los 97. Cada uno de ellos ama al Señor y ambos han recibido mis mensajes por años.
Estos hombres no son tan sólo hermanos naturales, sino que son verdaderos “hermanos en el Señor”. Ambos testifican que, como producto de una vida de grandes pruebas, el gozo del Espíritu se ha profundizado en ellos. Ellos han sido testigos de terribles desastres a lo largo de un siglo: La Gran Depresión, dos Guerras Mundiales, sequías terribles y han sufrido personalmente a través de sus largas vidas. Pero, a su avanzada edad, estos hombres son capaces de sonreír y proclamar con más confianza que nunca: “A través de todo, Dios no nos ha fallado ni una vez”. Su testimonio después de “haberlo visto todo” es un consuelo del Espíritu Santo a todos nosotros.
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