A veces uno no tiene más remedio que oponerse a sus maestros aunque lo haga, es cierto, sin mucha convicción porque piensa que cuando Foucault afirmó que hay también poderes buenos debía de saber muy bien lo que decía.Pero es que para mi el poder implica siempre el uso de una fuerza que tuerce el curso natural de los acontecimientos, ese orden del discurso de lo que tanto nos hablaba el maestro.El orden del discurso, si no lo entendí mal, es la propia vida, que no es sino como el agua que corre desde la fuente a esa llanura en la que se remansa y fertiliza a las plantas. Y puede ser conducida, por la fuerza, adonde naturalmente nunca acabaría por ir. ¿Es bueno esto, entonces?Ayer, escribíamos sobre el infierno, hoy vamos a intentar hacerlo sobre su jefe, el Diablo.Si yo les digo a vdes. que cuando oí el discurso de investidura de Obama, en algunos pasajes, las lágrimas acudieron a mis ojos tal vez no se lo crean si ahora les digo que aquel mestizo de cabeza rapada y ojos penetrantes me parece el mismo Diablo.Porque el Diablo es, y seguimos con la teología, el jefe que manda en el infierno y éste, decía yo ayer que, según Sartre, no es ni más ni menos que los otros.Los otros somos v. y yo para todos los demás incluso para él, Obama, que mora en la Casa Blanca, o sea que v. y yo también formamos parte del infierno para Obama, que se irrita ostensiblemente cuando el Tea Party se opone a lo que él pretende.Pero, ojo, que yo no estoy escribiendo que el Tea Party forme parte del bien que trata por todos los medios de oponerse al mal que representa el Diablo, Obama, sino tan sólo que el Diablo también sufre en su propia carne algo que desde luego puede considerarse un infierno.Pero ¿por qué Obama es el Diablo? El Diablo, todo el mundo lo sabe, antes, fue Luz Bel, y aunque la luz no es siempre bella puesto que, a veces, incluso puede cegarnos, en un principio no cabe duda de que fue un bien hasta que alguien, a quien llamaron sabio, la descompuso en simple energía.Y la energía es indudablemente poder y el poder etimológicamente es algo que fuerza las cosas. Y yo no quiero ser forzado a nada sino tan sólo, simplemente convencido.Bin Laden era otro mismísimo demonio que sembraba odio y muerte por todo el mundo sólo por ambición de poder, pero no era, esto es indudable, el jefe del infierno, porque el jefe es aquel que ostenta el poder supremo, ése que incluso está por encima de algo tan espantoso como el asesinato.En su despacho oval, el Diablo decide a quién se debe asesinar e incluso monta la operación de tal modo que pueda ser contemplada en directo por los principales demonios, los otros asesinos.Y al demonio menor, que habita en Pakistán, un heroico soldado le vuela la cabeza de un disparo porque la orden es de matar, no de capturar.Pero ¿por qué el demonio asesinado era un demonio menor?, se me dirá.Simplemente porque su poder era precisamente menor también.El mestizo de la cabeza rapada y los ojos brillantes como de iluminado es mucho más poderoso que el satán beduino, tanto que le bastó asentir con su rapada cabeza para que el otro muriera como un perro, allí, tirado en el suelo de una modesta casa de un barrio pakistaní.Ni siquiera es imaginable que todo hubiera podido ser a la inversa, que el dios rapado fuera asesinado allí, en el despacho oval, de la Casa Blanca, porque aquello es ahora el Cielo y al Paraíso sólo se tiene acceso si eres por lo menos uno de sus dioses.De modo que Luzbel lo puede todo incluso tiene licencia para asesinar sin que nadie en el mundo pueda siquiera seriamente criticarle porque él, no es ya el Emperador sino el propio Dios y, como tal, puede decretar qué es el Bien y qué el Mal.O sea que del infierno de ayer, aquel que nos mostraba seres humanos vivos pero calcinados por el peor de los fuegos, sabemos ya quién es el jefe y, por lo tanto, el Diablo, o sea, ni más ni menos que Luz Bel, aunque se haya conseguido el milagro de que sea casi negro, en el país de los más blancos.