En los días de Nehemías, los israelitas que ayudaron a reconstruir el templo eran buenos oyentes. Después de trabajar juntos para restaurar el muro de la ciudad, le pidieron a Esdras, el escriba, que les leyera los rollos que contenían las leyes de Dios.
La lectura duró varias horas, durante las cuales el pueblo estuvo de pie escuchando con atención al escriba mientras leía. Estaban concentrados en comprender lo que había sido escrito en la ley de Moisés.
Los rollos estaban escritos en hebreo, y para aquellos israelitas el arameo era el idioma que hablaban pues habían estado cautivos en Babilonia. Pero se habían reunido con el propósito de conocer el carácter de Dios y obedecer su plan. Por esta razón, los levitas traducían de modo que el pueblo entendiera la lectura (cf. v. 8).
Mientras Esdras alababa al Señor, los corazones de las personas fueron transformados. La acción de gracias y la humildad les prepararon para recibir de Dios. Se inclinaron en gratitud por el privilegio de escuchar las Sagradas Escrituras.
Necesitamos entender qué agrada al Señor para que podamos obedecer su plan. Eso significa que debemos ser buenos oyentes que desarrollen mayor humildad, atención, gratitud y celo por Él. A medida que aprendamos, debemos estar dispuestos no solo a compartir la Palabra de Dios con otros, sino también a explicárselas para que puedan conocer al Señor y obedecerle.
(En Contacto)