El hombre, como creador de las religiones, es también el creador de los diversos dioses que han jalonado la historia humana, dioses de características y talantes muy diferentes, creados en las más diversas épocas y sociedades:"De hecho, la historia de la espiritualidad humana en su conjunto puede verse como un esfuerzo constante, interconectado, en permanente evolución y con una notable capacidad cohesionadora para dar sentido a la divinidad otorgándole nuestras emociones y personalidades, atribuyéndole nuestros rasgos y nuestros deseos, proporcionándole nuestras fortalezas y nuestras debilidades, incluso nuestro propio cuerpo; en resumen, haciendo que Dios seamos nosotros. Lo que quiero decir es que muy a menudo, aunque no nos demos cuenta, y con independencia de si somos creyentes o no, lo que la gran mayoría imagina cuando piensa en Dios es una versión divina de nosotros mismos: un ser humano con poderes sobrehumanos."Desde luego ha existido una evolución desde el animismo primitivo, el sistema de creencias que atribuye poderes sobrenaturales a diversos elementos de la naturaleza (un árbol, por ejemplo), hasta las complejas organizaciones religiosas que han sobrevivido muchos siglos, adaptándose para llegar a nuestra época. Quizá el origen de los sentimientos religiosos está en la necesidad humana de dar sentido a la existencia en un mundo hostil, de aferrarse a algunas explicaciones que otorguen luz a lo que se desconoce. Durkheim anotó también que la religión fue un elemento esencial para la cohesión de las primeras sociedades, aunque los antropólogos han acabado descubriendo que el parentesco es un elemento mucho más fuerte en este sentido. Desde el punto de vista competitivo y adaptativo de la teoría de la evolución, la religión tiene tanto ventajas - unir a los hombres bajo unas creencias comunes -, como inconvenientes, ya que los rituales y la organización religiosa conllevan una inversión en recursos que deben ser sustraídos de otras necesidades más perentorias, con el consiguiente desgaste físico y emocional.La respuesta quizá esté en nuestros impulsos neurológicos. Como los primeros seres humanos solo tenían su propia existencia como referente, es lógico que buscaran explicaciones a todo a su medida: un árbol o un animal con rasgos que se parecían a una cara debían tener algo similar a nosotros mismos, una especie de alma. Es algo parecido a un niño que atribuye vida a sus juguetes favoritos, porque necesita humanizar la experiencia del juego. Si toda la comunidad aceptaba que algún objeto era sagrado (una montaña, un árbol, ciertos animales), el origen de las religiones está servido. A partir de ahí, cuando es posible que la tecnología humana actúe para construir templos en lugares sagrados, surgen estructuras tan complejas como Göbekli Tepe, un santuario al que debían acudir tribus de muchos kilómetros a la redonda.A pesar del temprano intento de Akenatón, durante siglos y siglos la práctica religiosa implicaba la creencia en muchos dioses. Ganar una batalla importante, por ejemplo, significaba que el dios o dioses propios eran más poderosos que los de los vecinos, aunque si se perdía, siempre podía justificarse con la excusa de que dios estaba enfadado o poniendo a prueba a su pueblo elegido. La revolución cristiana - religión que sufrió muy importantes modificaciones doctrinales mucho después de los tiempos de Cristo - viene sobre todo por el hecho de que no se reconoce otro dios que el propio. Además, su hijo, que es a la vez dios, estuvo con nosotros en la Tierra para salvarnos. En cualquier caso, el politeísmo de griegos y romanos siguió presente en la doctrina de la Trinidad y en la veneración de cientos de santos y mártires que se especializaban en las peticiones de un determinado gremio o un asunto concreto. Si bien Dios, una historia humana, no es ensayo original, puesto que lo narra es bien conocido, su lectura concita interés porque Aslan sabe de lo que habla y lo expone muy bien. Además, el autor es un creyente que ha pasado por varias religiones y por eso entiende bien la tendencia del hombre a humanizar lo divino:"La gente sencillamente no sabe comunicarse con un Dios que no posea características, atributos o necesidades humanas. ¿Cómo puede uno establecer una relación significativa con un Dios semejante? Al fin y al cabo, la evolución nos lleva a conceptualizarlo en términos humanos. Es una función de nuestro cerebro, y por eso quienes han logrado abandonar este impulso humanizador lo han hecho de manera deliberada y con gran esfuerzo."