Dios usa personas para refrescar a otras personas. El ama tanto este tipo de ministerio que llevó al profeta Malaquías a referirse a ello como la tarea más necesaria en los últimos días. Malaquías describió cómo, en sus días, el pueblo de Dios se edificó el uno al otro a través de la edificación “uno a uno”. “Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero” (Malaquías 3:16).
¿Cuándo, exactamente, sucedió esto? Las palabras de Malaquías vinieron durante un tiempo de impiedad rampante, cuando el “devorador” había destruido gran parte del fruto en la tierra. El pueblo de Dios se había agotado y había empezado a dudar respecto a si valía o no la pena caminar con Dios. Pensaban: “Se nos ha dicho que nos iría bien si servimos al Señor, si obedecíamos su Palabra y llevábamos sus cargas. Pero vemos a los soberbios, a los que no tienen principios, ellos son que aparentemente están felices de verdad. Buscan la prosperidad, viven sin cuidado, disfrutando la vida al máximo”.
El Espíritu Santo comenzó a moverse en Israel y pronto llegó el temor de Dios a un pueblo con hambre de Dios. Súbitamente, todos en Israel, jóvenes y viejos, se convirtieron en misioneros de “uno a uno”. Por el despertar del Espíritu, las personas estaban abiertas para con los demás, y así todos edificaban y consolaban a los que los rodeaban.
Estoy convencido de que la palabra de Malaquías sobre este ministerio es un reflejo de los días actuales. El nos ha dado una figura del derramamiento del Espíritu Santo en los últimos tiempos; a medida que la iglesia de Dios en lugar de ser chismosa y quejarse, comienza a ministrar frescura. Está sucediendo por teléfono, por carta, por correo electrónico y cara a cara. Y Dios está tan complacido con este ministerio, sabemos que Él lo registra todo. Cada palabra dulce que hablamos, cada llamada realizada, cada carta escrita, cada esfuerzo por consolar a los rechazados está registrado en un “libro de memorias”. Y la Biblia dice que cada uno de nosotros, cuyos hechos se han escrito, será precioso para Él: “Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe” (Malaquías 3:17).
Sea usted un Tito para alguien que tenga el espíritu por los suelos. Ore para tener el espíritu de Onesíforo, quien buscaba a los heridos para sanarlos. Piense en esto: A usted se le ha dado todo el poder del cielo para refrescar a un creyente en necesidad, alguien que necesite el consuelo que Dios le ha dado únicamente a usted. Sí, hay personas que lo necesitan y la voluntad del Señor es que sus consuelos pasados les lleven a ellos un refrigerio. Llame a aquella persona hoy mismo y dígale: “Hermano, hermana, quisiera orar por ti y alentarte. Tengo una buena palabra para ti”.
(David Wilkerson, fallecido)