Una vez terminada la guerra, los responsables de Exteriores nacionales y extranjeros se preguntaron qué iba a suceder con el régimen español salido del 18 de julio. Un régimen que en el mejor de los casos había sido ambiguo y en el peor un cercano colaborador del Eje.Cuando la victoria cambió de bando, los miembros más recalcitrantes del falangismo fueron desalojados de sus carteras ministeriales y sustituidos por otros más dóciles al dictador. En Exteriores se produjo el cambio de mayor importancia. El arquitecto del régimen, Serrano Suñer, dejó paso al militar anglófilo Conde Gómez-Jordana que se afanó en alejar al régimen del Eje. A pesar de los esfuerzos de Jordana, el régimen continuó lanzando bravatas y palabras de afiliación al bando perdedor que en nada ayudaron al país.Al finalizar la guerra, muchas fueron las presiones para que, tras Italia y Alemania, el régimen de Franco fuera el siguiente en caer, pero antes mismo de que la II Guerra Mundial terminase los principales miembros de la Gran Alianza ya se estaban preparando para la siguiente contienda. Cuando se acercaba el final del conflicto, la URSS presionó para que el bloque angloamericano enfriase sus relaciones con el régimen de Franco. En una carta conjunta angloamericana, que fue redactada en términos más duros de los que Churchill hubiera deseado, ambos países condicionaban sus relaciones y la inclusión de España en los nuevos organismos internacionales a cambios en la escena política.
La situación no cambió durante la Conferencia Postdam; allí los soviéticos plantearon la posibilidad de desestabilizar el régimen para dar a los españoles la oportunidad de elegir su destino. Pero los británicos se alarmaron ante la posibilidad de avivar un nuevo conflicto interno, conflicto donde las simpatías de británicos y soviéticos no estarían del mismo lado. Así que Postdam se saldó con nuevas amenazas y la consolidación del veto a su entrada en la ONU.Las amenazas de la Comunidad Internacional hicieron mella en muchos elementos del régimen. El Ejército, tradicional antagonista de la Falange, vio confirmado sus peores temores sobre la aproximación falangista al Eje y las nefastas consecuencias que estaba teniendo. La asfixiante situación internacional parecía forzar un cambio en España y muchos generales presionaron para que se produjese una restauración monárquica. Al fin y al cabo la mayoría del generalato se había sublevado en aras de una restauración y el momento parecía de lo más propicio para aplacar los ánimos de las potencias victoriosas.
Hubo que esperar hasta la guerra de Corea (1950-1953) para ver una cierta rehabilitación del régimen. La contienda y la sensación de que el mundo se aproximaba a una III Guerra Mundial hicieron que la estratégica situación de la Península Ibérica resultasen vitales para el control del Mediterráneo. Junto con el Bósforo y los Dardanelos, EEUU controlaba las únicas salidas a un mar cálido que tenía la URSS en occidente.En el lapso de tiempo comprendido entre el final de la II Guerra Mundial y la Guerra de Corea, el régimen hizo los deberes para parecer más aceptable en la escena internacional. Internamente había domado a la Falange reduciéndola a un mero aparato burocrático e ideológicamente se había acercado al nacional-catolicismo, aunque las sucesivas reformas ministeriales seguían manteniendo un cauto equilibrio entre las familias de régimen, sólo que ahora los falangistas elegidos para las sucesivas carteras estaban menos comprometidos con la "revolución nacional sindicalista".En Exteriores, la labor que tenía por delante el Ministro Artajo era inmensa. Rehabilitar la imagen internacional del régimen no iba a ser cosa fácil debido a que sus acciones en busca de aliados estuvo entorpecida por continuas bravatas desde El Pardo. Alberto Martín-Artajo tuvo que buscar socios entre los países que no aborrecían abiertamente su régimen. La estrategia se centró en buscar alianzas entre los países iberoamericanos y los miembros de la Liga Árabe.