Ningún artista español ha resultado políticamente tan comprometido como Tony Cantó, el actor valenciano de 46 años que acaba de ser elegido diputado de UPyD y que se dedicará al Parlamento en los próximos cuatro años, perdiendo numerosos contratos de cine y televisión.
Con una función de éxito en Madrid, Razas, del estadounidense David Manet, recorría durante la campaña electoral numerosos pueblos valencianos para dar mítines en los que explicaba el programa del único partido socialdemócrata, una escisión abanderada por Rosa Díez del radical y tarambana PSOE.
Desde hace años, cuando Cantó se implicó en el proyecto UPyD, los artistas más subvencionados por Zapatero, los de la Zeja, se referían a Cantó como “ese fascista”, porque según ellos lo era quien no ofreciera culto a la personalidad y a las cejas del Gran Faro.
Decían querer una España solidaria, pero Pedro Almodóvar, por ejemplo, casi se arruinó invirtiendo en la estafa del neoyorkino Madoff, que le prometía gigantescos dividendos a los especuladores: finalmente, los Almodóvar son parte de los Mercados que estamos pagando.
Ahora los medios informativos entrevistan a Cantó más como político que como actor, y le piden que explique el programa de UPyD, cuyo españolismo difiere poco del que reclama estos días José Bono para el PSOE: tarde se acordó el presidente del Congreso de que la E de la sigla significa español.
Estamos ante una Cantó con menos ingresos como diputado que como actor, que representando a un partido minoritario, con cinco diputados, no podría beneficiarse, aunque quisiera, de los beneficios de los grandes, lo que hace más admirable su determinación política.
Los Zeja huyen ahora como ratas del naufragio, dice Cantó. Ya empiezan a querer congraciarse con este valenciano al que antes repudiaban tanto.
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SALAS