Disciplina: límites y normas, algunas reflexiones

Por Mamapsicologain @mamapsicologain

Todos nosotros vivimos en un mundo lleno de normas y limites, que nos gustan y aceptamos más o menos, pero que en definitiva nos ayudan a convivir, a ser respetados y a respetar a los demás. Las normas y los límites nos proporcionan una forma de actuar e integrarnos en sociedad.

¿Por qué son necesarios los límites y las normas en los niños?

Para crecer y desarrollarse de un modo equilibrado, seguro y estable nuestros hijos necesitan un sistema de normas y límites que les ayude a comprender e integrarse en el mundo en el que viven. Los límites y las normas:

  • Aportan estabilidad y seguridad a los niños. Les ofrecen la seguridad de saber a qué atenerse en cada situación. Un niño sin puntos de referencia, sin límites ni normas es un niño que se siente perdido, inestable y confuso. Los niños más inseguros e indecisos son aquellos que han sido educados sin ninguna norma ni disciplina o en entornos donde los principios educativos cambian constantemente.
  • Protegen a los niños más pequeños de posibles daños de los que todavía no son conscientes. 
  • Un sistema de normas estable ayuda a nuestros hijos a saber predecir las consecuencias (positivas o negativas) de su propia conducta.
  • Ayudan a los niños a integrarse en la sociedad, ya que ofrecen un repertorio conductual socialmente admitido,  a la vez que les muestra las conductas que no se aceptan.
  • Permiten a nuestros hijos a comprender y predecir su entorno social.
  • Facilitan la convivencia con los demás. No se debe empujar, gritar, tirar de las coletas, ... Hablamos en un tono de voz tranquilo y respetamos los turnos, por ejemplo.
  • No son, como algunos pretenden ver, un modo, una forma o un medio para controlar a los niños o hacer niños autómatas que solo obedezcan a los padres. Niños sumisos, niños sin control de su voluntad. Todo lo contrario, mediante la aplicación de limites y normas preparamos a nuestros hijos para que sean niños y adultos responsables.
  • Favorece la autoestima. Un niño con límites claros e incentivos que le animen le resulta más fácil portarse bien y su autoestima se ve reforzada. Por el contrario, un niño que se porta mal, se siente malo y su autoestima se ve afectada negativamente.
  • Sin confundir autoridad con autoritarismo, aquellos padres que ponen límites claros son padres mucho más eficaces y aportan más seguridad a sus hijos que aquellos que no paran de cambiar sus principios educativos.

¿Cómo han de ser las normas y los límites?

  • Para ser realmente eficaces han de ser claras y concretas. Explicadas en un lenguaje adaptado para que el niño las pueda comprender. Nuestros hijos deben saber qué tienen que hacer, cómo tienen que hacerlo y qué consecuencias tendrá su cumplimiento o no. No es lo mismo decirle a nuestro hijo "siéntate en el sofá sin saltar en él" que "pórtate bien". En el primer caso la norma está bien definida, mientras que en el segundo caso el niño no entiende qué se espera de él concretamente.
  • Consensuadas y aplicadas por ambos progenitores. Debemos tomarnos un tiempo con nuestra pareja para pensar, decidir, planear, concretar y consensuar qué es lo que podemos permitir y lo que no. No está bien para ningún miembro de la familia que uno juegue a ser el poli bueno o el papá que no pone normas, que no castiga, que todo lo deja pasar... mientras que el otro progenitor es quien siempre está detrás del niño mandando al orden.
  • Adaptadas al nivel de edad. Revisables y evaluables. Las normas irán cambiando a lo largo del desarrollo de nuestro hijo, no es lo mismo un niño de 3 años que un otro de ocho, por ejemplo cuando ponemos normas a la hora de acostarse.
  • Con finalidad educativa que fomenten valores de convivencia como no empujar, no pegar, no insultar, respetar los turnos... O que cubran necesidades fisiológicas que les protejan como lavarse las manos antes para no enfermar.
  • Con consecuencias claras y concretas por su cumplimiento o no.
  • Aplicadas sistemáticamente, independientemente de cuál sea nuestro estado de ánimo, cansancio u humor, aunque puede haber excepciones puntuales. Si la norma es "después de jugar guardamos y ordenamos los juguetes" en caso que la cumpla la consecuencia positiva puede ser un elogio. En caso contrario, el incumplimiento, puede ser guardar el juguete en el trastero durante unos días.
  • Coherentes. Los padres somos los referentes, el modelo a seguir, el espejo donde se miran nuestros pequeños. Debemos actuar con coherencia y pensar que no podemos pedir a nuestros hijos que no griten, insulten o peguen si nosotros no somos capaces de controlar este tipo de comportamiento.
  • Compartidas y no impuestas. Es más fácil cumplir normas que entre todos hemos establecido que aquellas que nos vienen impuestas, cuando nuestros hijos crezcan será mejor que compartamos y consensuemos algunas de ellas, como por ejemplo la hora de llegar a casa.

No tengamos miedo a establecer normas y límites, nuestros hijos no nos van a querer menos, todo lo contrario. Como decía al principio del artículo un niño sin normas ni límites es un niño perdido, confuso e inseguro de sí mismo. Los límites y las normas son necesarias para que nuestros hijos crezcan de un modo equilibrado, estable y seguro, confiando en nosotros, porqué el no también educa y les ayuda a crecer.