También admitamos que aqui no hay nada que perdonar, ya que estamos ante uno de sus mejores trabajos, aunque lejos del insuperable Friends of mine.
14 canciones con una media de dos minutos cada una, que pasan suavemente y pensando en lo bien que te cae alguien capaz de decir en el programa Silenci, que Tomeu Penya es su padre y que The Strokes eran los capullos que le pegaban a la hora del recreo.
El cabrito es capaz de tumbarme por KO en Don't call me uncle, que me transporta a los tiempos en que Simon & Garfunkel salían en bandas sonoras de pelis de Dustin Hoffman y que cerraba las puertas con cruces, o What makes him act so bad, tal vez la más cercana al sonido de Friends of mine y muy elegida como single, porque realmente es el tipo de tema que esperabamos de este personaje entrañable.
Otro clásico inmediato es Cigarettes burn forever, con esa aura de crooner trasnochado, que consigue transmitirnos sin casi esfuerzo, aunque por simpatía, por suciedad y por maquetera, os voy a hablar de la que despierta mi más entrañable simpatía (supongo que por el título, así de entrada), Oh Sucks, en la que parece que esté tocando borracho, drogado, sin saber tocar, pero que escuchándola, todo cuadra, el pie se te dispara y sigues con esa empatía hacia el personaje, que no puedes arrancarte ni a base de salfumán.
Mejor que su anterior trabajo, Sixes and sevens, si que es, ya que tal vez este sea más compacto, tal vez por lo cortito de los temas, quien sabe, pero este convence desde la primera escucha, y se transforma en ese disco perfecto para salir a hacer footing, para mirar las telarañas de tu cuarto, o incluso en casos extremos, para que tu progenitor te pregunte por este desquiciado neoyorquino, ya que no le suena nada mal. Y encima, a título personal, el movimiento extraño que hace en la portada me recuerda a Axl, jojojojojo.
Hagas la mierda que hagas, Adam, seguimos contigo, jodido canalla.