Christina Rosenvinge se asenta como la mejor en todos los aspectos de las compositoras nacionales, y además con abultada diferencia y de nuevo viene respaldada de sus coleguis Steve Shelley, Chris Brokaw o la colaboración en las voces de Georgia Hubbley de Yo La Tengo.[(jejejeje)]
Las canciones destilan sentimiento y profundidad, de forma sencilla y sin grandes alardes, que quizá por eso el resultado es tan gigantesco.
Nuevas clásicos atemporales como Jorge y yo, que por el título parece un guiño a Los Planetas, la cual es una tarea de regresión de recuerdos junto a su hermano; la exquisitez de Debut, a la que es imposible resisitirse; Weekend, muy de las que nos gustan de la susodicha artista, con recitado incluido; la inmensa La idiota en mi mayor, en un face to face con Benjamin Biolay, que ya habíamos disfrutado en el recopilatorio del Día de la música; o ese single perfecto, Mi vida bajo el agua, con ese punto justo de misterio, en el que expulsa sus fantasmas, en que divaga sobre el amor y el desamor, y en que parecen salir reflejados su ex-marido Ray Loriga, o su última pareja Nacho Vegas, aunque sólo es una apreciación personal.
En resumen, que nos ha entregado un nuevo tratado sobre la vida, las relaciones de pareja, las caricias envenenadas y todas esas cosas que a primera vista, parecen banales o superficiales y luego acaban siendo como pinchos de la cama de un fakir.
Nueva obra maestra, con nombre de barco, donde queda claro que su talento navega sin techo y que tenemos diva para tiempo. Arte en estado puro y 10 sobre 10.