Bien lo sabe Dios y Nuestra Señora del Abrigo de Pana que he intentado que me gusten, disco tras disco, canción tras canción, pero resulta que es como estar pidiendo peras al olmo.
Con el apoyo descomunal a cargo de los medios (especializados o no), y con, según ellos (y los medios especializados o no) regresan con su disco más rockero (¿?), aunque simplemente han cambiado la forma de instrumentar sus canciones, abandonando por completo el ukelele y colocando en su lugar guitarras eléctricas.
Mi mayor problema con Manel es la voz que se me hace monótona, por mucho que en algunos casos me recuerde Guillem al timbre del maestro Pau Riba, el que siendo tanto o más culto que ellos jamás ha gozado ni del 1% de la popularidad de estos afortunados, y admito que sus letras en su mayoría me gustan y me parecen historias muy bien narradas, pero me aburro de pensar en la siguiente escucha.
Como en el anterior, que en ses caso fue Boomerang, salvaría una entre todas las canciones que conforman este disco, y es el single Teresa Rampell, supongo que por la ligereza que lleva en su adn o por atraparme adictivamente el estribillo desde el primer día, que supongo que es de eso que se trata esto tan mágico llamado pop. He podido comprobar por amigos, conocidos, e incluso entes pululantes que una de las que más está calando es Quin Día Feia, Amics..., que a mí me deja indiferente y de que manera.
No puedo decir que me guste, no puedo decir que me moleste, ni todo lo contrario, aunque me atreveré a decir que lo voy a escuchar tanto como sus trabajos anteriores, o sea, más bien poco. Eso sí, no es tanta kriptonita como los anteriores, y sobre todo un recuerdo a Constantino Romero (por el título digo), que ese si que calaba y bien hondo. Y también un aplauso para el grupo por conseguir derrumbar barreras idiomáticas a cada concierto fuera de tierras catalanas, que al César lo que es del César...