"Yo me quedo en esta playa donde suenan los Beach Boys...". Solamente con estas palabras me conquistó este trabajo en solitario de Nacho Casado, cosa que había hecho una y mil veces con los siempre necesarios La Familia Del Árbol.
Un disco que se nota que ha hecho a fuego lento y guardando los detalles, y en el que da cabida a músicas que a día de hoy se podrían catalogar de "a contracorriente" si nos fijamos en las pautas de lo que es el indie actual, más preocupado en la repetición de esquemas de éxito que apostar por algo personal y único.
Empieza con Edén, de la que he extraído las palabras con las que he empezado esta reseña, que nos enamora a ritmo de bossa, solamente a voz (magnífica, cosa que hay que repetir mil veces) y guitarra; parámetros parecidos en lo sonoro que también sigue la romántica Chet Baker; o como consigue hacer magia en las íntimas y rematadamente bellas Corazón, en la que la emoción traspasa de forma brutal el reproductor o la pantalla del pc, o Adiós Tristeza y Universo, que no he podido evitar emparentar con los primeros pasos de Refree, cosa que quiere decir que se me han quedado grabadas a fuego.
Un disco de los que ya no se hacen, de esos que traspasan las barreras del espacio y el tiempo, y que debería ser compañero de viaje de mucha gente en un mundo justo y tener un lugar de privilegio en cualquier estantería melómana que se precie. Una absoluta delicatessen sonora, rubricada de lujo por la genial portada de Arnau Pi.