Pau Riba es una de las bandas sonoras de mi adolescencia, no solo con el Dioptria, sinó con el lisérgico Licors o con mi preferido junto a el que nos ocupa Jo, la donya i el gripau. Incluso quería ser como el, con todo lo que eso conlleva. En fin, el espíritu teen...
Dioptria está considerado el mejor disco catalán de la historia, privilegio ganado a pulso con realidades de la época y realidades que estaban por llegar y que Riba ya nos vaticinaba. Según él mismo es una crítica feroz al espíritu burgués y a la família cristiano-progresista entendida como célula básica de la sociedad.
El disco es todo un tratado folkie, lógico en la época, deja en bragas totalmente a los hippys de medio pelo que pululan actualmente en el mundo musical y que copan las portadas de las revistas de tendéncias y moda, véase el caso del pasado de Devendra Banhart, por poner un ejemplo.
Canciones memorables como el clásico Noia de porcellana, ataque frontal a las mujeres sin sentimientos camuflado de ternura; L'home estátic, que es una obra maestra más que una canción, con una delicadeza abrumadora, un clásico inapelable aquí y en Wisconsin.
Una de mis preferidas del disco siempre fué Helena, desenganyat, no se si por su sonido o porque empatizaba con el título o por lo que fuera, pero la escuchaba repetidamente. Mareta bufona también era de esas que llegan al alma de incluso las personas esas que aparentan ser duras, aunque solo sea por fuera.
Y como remate, Taxista, que nos avisaba de esa lacra que es el paro, cuando aún ni se olia que pudiera acontecer tal lacra social.
Pau Riba siempre será nuestro enfant terrible preferido (ex-aequo con Jaume Sisa, claro está) y esperemos que nos sigan cayendo como melones, discos y canciones suyas, que no andamos sobrados de genios.