"Peggy suicide", editado en 1991, es otro alucinado ejercicio de libertad creativa de este británico de intereses místicos, ex líder de los Teardrop Explodes. Su séptimo disco es una especie de oda conceptual en cuatro partes, dedicada a reflexionar sobre un planeta en crisis. “En el verano de 1990” cuenta Julian en las liner notes "tuve una visión del mundo. Vi a la Madre Tierra agachando su cabeza en señal de dolor y confusión por el tratamiento que el hombre le estaba brindando”.
Musicalmente, "Peggy..." es un viaje sin brújula, de esos para perderse y no volver. Lejos de la producción ajustada de "My nation underground", su último disco “oficial” para Island en los 80, el Cope de los 90 eligió como sistema la búsqueda “free” y la interpretación de primeras tomas, privilegiando la frescura y la vibración de la música. Definitivamente, con los mismos elementos de siempre (punk, psicodelia, folk, Kraut Rock, lo que sea) este hombre siemrpe armó ensaladas con gusto propio. Nada ni nadie se le parece.
La cosa se va calentando lentamente con las melodías claras de “Pristeen” y trepa al groove irresistible de “East easy rider”. Más adelante, Julian se pone las ropas de Iggy para aullar en la descontrolada “Hanging out & hung up on the line”. Cuando decimos que nadie arma músicas como él, basta escuchar “Safesurfer”: esa larga intro que suma vueltas y vueltas de pura flotación habla de un artista que -definitivamente- entiende este asunto de un modo distinto a la mayoría.
En la segunda mitad, “Soldier blue” abre nuevas perspectivas: sobre una base funky y juguetona se suceden más y más ideas originales. ¿A qué se parecen estos cinco minutos? ¡A nada! “Head” y “Drive she said” son más abiertamente pop, transitando el costado más luminoso, al igual que la hermosa “Beautiful love”.
La catarsis de ideas que trajo la nueva década darían pie para otro gran disco de Julian, “Jehovakill”, editado un año más tarde.