No escuché Nevermind entero hasta mucho después. Era difícil para mí conectar con todo aquello. Criado musicalmente en la música multicolor británica de los 60, aquellas potentes andanadas carentes de melodía no me decían nada. Los aullidos de angustia existencial de aquellos tres rebeldes, que tanto fascinaron a mis compañeros de colegio, no lograron interesarme mucho más allá de algún riff aislado (excelente la intro de Come as you are). El pesado tratamiento de las guitarras me parecía eso, pesado y aburrido hasta decir basta.
Yo venía de otra tradición. Grupos imaginativos que siempre iban tras la melodía perfecta, tras el estribillo imparable o la armonía vocal que te ponía los pelos de punta y ganas de poner el disco otra vez (y otra, y otra...) Grupos en los que no existía un líder claro, sino que las tareas se repartían a partes iguales. No entendía para nada ese culto exacerbado que generó aquel tío zurdo que hizo que todos los adolescentes de los 90 sacaran las camisas de leñador del armario de papá (con el consiguiente tufillo a naftalina). Porque, no nos engañemos, Nirvana era, sobre todo, Kurt Cobain. ¿O alguien se acuerda ya de quiénes eran los dos que aparecían siempre en segundo plano en las fotos? Sí, Dave Grohl pasó de pegar baquetazos en el fondo del escenario a ponerse en primera fila, tras el micro, en los Foo Fighters, y de paso hacer que el grunge, o sus últimos coletazos, siguieran vivos para toda una generación de pre-adolescentes británicos. Pero, ¿quién se acuerda de Kris Novoselic?
El grunge tuvo que existir, seguramente, porque había que darle lugar a la música americana en la última década del siglo cuya última parte había estado dominada por grupos británicos. Supongo que su influencia cambió la escena musical y su paradigma se mantuvo durante mucho, mucho tiempo. A mi nunca me llegó porque, para alguien que se había pasado el último año escuchando a los Beatles para el desayuno, el almuerzo y la cena; aquellos berridos (me-mo-riiiiiiiii-iiii-aaaaa) resultaban un tanto intimidantes a la vez que irrisorios. No dudo que fuera un buen disco, grande incluso, pero hoy en día resulta pesado y carente de ritmo, como si la banda se empeñara en hacer la misma canción una y otra vez. A lo mejor esa era su grandeza o a lo mejor tan sólo, como otros tantos, estuvieron en el sitio correcto en el momento adecuado. Qué lastima que yo anduviera por otros corredores musicales.