Dios, presente en todo lugarNo en algunos lugares
¿Adónde me iré lejos de tu espíritu? ¿Y adónde huiré de tu presencia? Si subo a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol trato de acostarme, he aquí, allí tú estás. Si tomara las alas del alba y emigrara hasta el confín del mar, aún allí me alcanzaría tu mano, y me agarraría tu diestra (Sal. 139:7–10).Así dice Jehová; El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies (Is. 66:1).¿Soy yo Dios de hace poco solamente, dice Jehová, y no Dios desde muy lejos? ¿Se ocultará alguno, dice Jehová, en escondrijos que yo no le vea? ¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra? (Jer. 23:23, 24).Aunque traten de forzar la entrada del Seol, de allá los sacará mi mano; y aunque suban hasta el cielo, de allá los haré descender. Si se esconden en la cumbre del Carmel, allí los buscaré y los agarraré; y aunque se escondan de delante de mis ojos en lo profundo del mar, allí mandaré a la serpiente y los morderá (Am. 9:2, 3).Y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto (Gn. 3:8).Salió, pues, Caín de delante de Jehová, y habitó en tierra de Nod. (Gn. 4:16).Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres. (Gn. 11:5).Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido ante mí; y si no, lo sabré (Gn. 18:20, 21).Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado (1 R. 19:11, 12).Pero Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis (Jon. 1:3).
La «presencia de Jehová» de la que se escondieron Adán y su mujer, y de la que huyeron Caín y Jonás, era la manifestación especial y visible de Dios a ellos en aquel entonces; o bien denota el lugar en el que tuvo lugar aquella manifestación.Según Henderson, puede tratarse de cualquiera de ambas cosas.Los constructores de Babel y los moradores de Sodoma habían seguido su malvado curso, hasta allí donde podía permitirlo la misericordia divina. Dios había estado muy alejado de estos hombres corrompidos: no estaba «en todos sus pensamientos». Tomó la espada de la justicia y «descendió» a la esfera de la consciencia de ellos, de una manera señalada y terrible.El Rabí Schelomo hace la notable observación que estos textos representan a Dios «viniendo desde su trono de misericordia a su trono de juicio», como si la misericordia fuera un atributo más sereno, exaltado y glorioso que la justicia. Expresiones como «Dios descendió» son denominadas por los escritores judíos como «la lengua o lenguaje del acontecimiento», esto es, la interpretación adecuada del acontecimiento, la lección que se quería enseñar con ello. En tales casos, los actos de Dios son traducidos a palabras. El «lenguaje del acontecimiento» es, Dios desciende, se interpone, para frustrar ciertas locas tramas de ambición.Maimónides sugiere agudamente que, por cuanto la palabra «ascender» se aplica de manera apropiada a la mente cuando contempla objetos nobles y excelsos, y «desciende» cuando se dirige a cosas de un carácter bajo e indigno, sigue de ello que cuando el Altísimo vuelve sus pensamientos hacia el hombre para cualquier propósito, se puede decir que Dios «desciende».El profesor Murphy piensa que así como el Señor, después de vigilar sobre Noé durante el Diluvio, retiró su presencia visible y en gracia de la tierra, cuando vuelve a interponerse en la historia humana, se puede decir con propiedad que «Jehová descendió».Dios no estaba en el viento, ni en el terremoto ni en el fuego. Esto es, no eligió en aquella ocasión ninguno de estos elementos como símbolo de su presencia, como su medio de comunicación y manifestación. No habló ni en ni por medio de ellos, sino por medio del «silbo apacible y delicado».Herder: «La visión parecería tener el propósito de enseñar al profeta, que, en su fiero celo por la reforma, quería cambiarlo todo mediante una tormentosa violencia, los gentiles movimientos de la providencia de Dios, y exhibir la gentileza y paciencia que la misma voz proclamó a Moisés (Éx. 34:5–7). De ahí el hermoso cambio en los fenómenos de la visión.