Desde hace unos meses nos vienen machacando desde todos los frentes posibles acerca de las grandes virtudes de "la roja". "La roja" es la nueva denominación que se ha inventado para la Selección Española, a la que yo recuerdo siempre que se le llamaba "la furia". Pero estos detalles no tienen importancia.
Lo cierto es que la Selección va a Sudáfrica sintiéndose favorita, con orgullo, con casta, con los mejores jugadores del mundo, con confianza total... y con muy poca humildad. Si echamos un vistazo al historial del equipo español en los mundiales las razones para el optimismo se esfuman como el azucarillo en el café. No obstante, la publicidad sigue bombardeándonos y presentando a los jugadores como si fueran una especie de dioses a los que debemos adorar (a mi particularmente me cae muy mal Villa por su permanente expresión chulesca, pero eso son cosas mías). Lo cierto es que con toda esta parafernalia si España sigue el guión de los últimos campeonatos del mundo, el batacazo y el ridículo van a ser antológicos.
Ojalá que no, ojalá que el equipo le de una momentánea alegría a un país que está sufriendo tanto en los últimos años, pero lo cierto es que han de saber ustedes que la broma nos saldría por un pico a los contribuyentes. Nada menos que 550.000 euros por cabeza embolsarían los miembros de "la roja" de producirse el milagro de ganar el campeonato. Por supuesto, a costa del contribuyente. Que los jugadores sean ya hipermillonarios no es razón para que hagamos un esfuerzo común y que seamos el país que más ofrece a sus jugadores si se alzan con la copa. Parece ser que el orgullo de los colores se siente con más viveza si hay un mullido colchón de euros esperando al final del camino. Todo sea por agasajar a nuestros dioses.