Se decía que el partido de ayer sólo servía para que uno de los equipos saliera reforzado de cara a la final de Copa. En ese sentido, el discurso triunfalista de culés y merengues recuerda más a los políticos tras unas elecciones que las conclusiones de un partido de fútbol.
El planteamiento de Mourinho, que decidió sacrificar a Özil, el jugador con más futbol en sus botas en detrimento de un trivote, generó dudas entre el madridismo. El Madrid renunció totalmente a la posesión de balón colocando un entramado defensivo de ocho hombres tras el balón y Di María persiguiendo constantemente a Dani Alves. Sólo Cristiano Ronaldo y Karim Benzema quedaban libres para enganchar alguna contra. Pese a lo planeado, el Madrid no generó peligro en los robos de balón sino en las acciones de estrategia. A punto estuvo el Real de anotar dos goles en sendos saques de esquina demostrando así su superioridad física sobre los jugadores barcelonistas.
El Barcelona, por su parte, vio como su habitual fútbol de toque se topaba de bruces ante un Madrid muy ordenado. Algunos protestaron sobre el estado del césped, que impedía la circulación rápida de la pelota. Por ello, su dominio sobre la pelota de hasta un 80% de posesión no se tradujo en el habitual carrusel de ocasiones. Sin embargo, su paciencia dio resultado cuando, tras dos ocasiones claras de Leo Messi ante Casillas y una pena máxima no pitada sobre Villa, Muñiz decretó penalti y expulsión en un agarrón de Albiol al asturiano. Messi transformó desde los once metros y ahí comenzó otro partido.
Mourinho introdujo por fin al genio alemán y éste revolucionó el partido. El Barcelona tuvo que retrasar a Busquets a la posición de central por molestias de Puyol y echó de menos su temple en la media mientras que sufría con su lentitud en defensa. El Barcelona encontró problemas para progresar con la pelota y el Madrid empezó a organizar sus contragolpes con sentido. En una jugada rápida Marcelo se plantaba ante Valdés y Alves cometía un penalti que serviría para que Cristiano Ronaldo anotara su primer gol al Barcelona.
Hoy en Can Barça se congratulan por haber sentenciado la liga en el Santiago Bernabéu, mientras que plantean, no sin cierta razón, que el mayor éxito del Barcelona es que el Madrid plantee un partido contra los culés a no perder y que celebre un empate.
El Madrid celebra que consiguió empatar con un hombre menos, que consiguió tapar las vías de fútbol del Barcelona y que generó más ocasiones de gol que el conjunto culé. Por una vez, parece llover a gusto de todos.
En lo que se ponen de acuerdo tanto culés como merengues es en que el árbitro benefició al rival. Prensa y aficionados blaugranas reclaman un penalti a Villa en la primera parte mientras que protestan por la acción del empate en la que estiman que Alves toca el balón. Los madridistas consideran que el brasileño debería haber sido expulsado en la misma acción y consideran que el Muñiz Fernández aplicó un doble criterio dependiendo del área donde se produjera la acción.
Para calentar aún más un clásico intrascendente, Messi incomprensiblemente convirtió su frustración por un balón intrascendente que se perdía en saque de banda en un pelotazo a la grada del Bernabéu, que sin duda se lo recordará en los clásicos venideros.