A pesar de la goleada recibida ante Suiza, donde se castigó la actitud poco entregada, pero también mostró al mundo sus puntos débiles como la incapacidad de saber sufrir sin la pelota. Alemania quiere mandar, como siempre ha hecho, con el balón como principio, acabar la jugada como fin y el ahogar la salid rival para volver a empezar.
Pero presenta un peligroso paralelismo con el subcampeón de 2002: la base de la selección es la del equipo subcampeón de todo este año. La clave de su éxito reside en la posesión, el equilibrio que da Schweinsteiger y la participación en tres cuartos de Özil. Ahí es donde marca la diferencia, donde da sentido y concreta la superiorida teórica de los nombres propios ante sus rivales, que ya de inicio, serán duros.