Cuenta la historia que el diez de agosto del año 258, uno de los siete diáconos de Roma procedente de la antigua Hispania, y pionero bibliotecario de nombre Lorenzo, fue quemado en una parrilla por orden del emperador Valeriano, por el único motivo de poseer creencias opuestas al politeísmo romano.
La leyenda cuenta que la misma noche en la que fue quemado en la hoguera, el cielo se cubrió de lágrimas celestes que inundaron la oscuridad.
Durante muchos años, su muerte fue recordada por repetirse cada verano ese mismo fenómeno, sin más explicación que la del asesinato de un fiel mártir del cristianismo. Por ese motivo, en épocas como el Medievo o el Renacimiento, el hecho fue conocido como "Lágrimas de San Lorenzo", llegando incluso a nuestros días, implícita en nuestra cultura, esa terminología mística.
Años más tarde, con la evolución de la ciencia se encontró una explicación empírica a este fenómeno. Se llegó a la conclusión de que se trataba de una lluvia de meteoritos o estrellas fugaces de gran actividad que pertenecían a la constelación de Perseo, lo que finalmente le dio su nombre científico de "Perseidas".
Este fenómeno producido entre el dieciséis de julio y el veinticuatro de agosto alcanza este año su máximo esplendor la noche del diez al once de agosto. No es la mayor lluvia de meteoritos que se puede contemplar, aunque sí es una de las más populares de todos los tiempos.
Si la noche es clara, puede verse perfectamente desde cualquier punto del hemisferio norte. Por lo que esta noche, mientras los cielos vuelven a llorar la muerte de San Lorenzo os invito a todos a disfrutar de uno de los fenómenos naturales más bellos del firmamento.