Cuando comienza un año es inevitable salir del presente y echar la vista atrás. Elaboramos un resumen de cómo ha sido nuestro año anterior, con esa costumbre casi inconsciente de poner una nota a lo que es un año en nuestra vida. Yo lo he hecho y lo hago casi todos los años. Es cierto que la vida no se puede medir en positivo o en negativo, con números o con letras. Cuantificamos los momentos de risa, los de llanto, los de dolor, los del miedo, los de amistad, los de apatía… Ponemos peso a todo lo que nos ha ocurrido ponderando meses, semanas y días.
Al final de este primer resumen, pasamos a los datos y llegamos a las las conclusiones:
Comienzas con los pesos pesados: los momentos muy buenos, por ejemplo cuándo conociste a esa persona que ya es tan importante en tu vida y los muy malos, cuando has perdido a una persona querida o has perdido tu trabajo ¡malditas pérdidas!. Los pesos pesados negativos levantan la balanza con mucha fuerza y curiosamente los positivos un poco menos. Así es la vida, nos trae escenas de todo tipo, es su encanto y también su tormento. En un segundo, en un instante te puede cambiar para siempre. Por eso, en estas fechas, repetimos aquello de “que me quede como estoy”.
Pasamos a los pesos medios: experiencias que son importantes pero que tampoco inclinan la balanza con tanta fuerza como los anteriores. En lo negativo, los solucionables, como el problema de salud que se curó, el disgusto con aquella persona que te decepcionó o un desembolso económico imprevisto. En lo positivo, las risas del día en el campo o aquel día que te comunicaron una noticia profesional positiva.
Por último los pesos pequeños, los momentos que por sí mismos no inclinan la balanza. Los momentos que pasan a nuestro lado sin “pena ni gloria” , los que no sentimos porque están incrustados en las obligaciones, en las responsabilidades. Son las risas de alguna celebración, los momentos de descanso, el deleite de tu canción favorita, la ocurrencia de un niño, el amanecer mientras conduces, el olor del jabón cuando te duchas, el abrazo espontáneo, la llamada de tu amiga, el comentario de facebook, un dibujo muy bonito, la película que te emocionó, la sonrisa de tu compañero, el día que todo estaba a tu favor… Estos son con los que me quedo. No consiguen uno a uno subir la balanza en el lado de lo positivo pero todos juntos son capaces de levantar a los muchos pesos negativos.
Los pesos pequeños negativos, claro está, también existen, son aquellos que son molestos como un dolor de muelas, el comentario que te duele, las horas de insomnio, el cansancio diario, la avería del coche, las lágrimas de tu amigo… Estos también pesan y consiguen todos juntos subir la otra balanza que ya está. por tendencia, un poco más arriba.
Al final depende de dónde y cómo pongamos el peso, nunca mejor dicho.
Yo este año voy a poner los pesos de las pequeñas cosas de la vida, que por obvias, no cuento como positivas.